sábado, 24 de abril de 2021

💣JeaN Jacques RousseaU: Un LOCO PerVersO⏳

Rousseau: Un loco  perverso.


Parto en este ensayo de un argumento irrefutable, ninguna totalidad vigente puede ser justa, buena y perfecta completamente, que alguien de esos esclarecidos filósofos  e intelectuales optimistas me desmienta mostrándome el periodo de la historia en que ese estado de cosas acaeció, y, como sé que no pueden identificarlo, esto me hace suponer que las futuras serán, sin importar lo mucho que uno quisiera que no fuera así, imperfectas como todo lo que surge del ser humano. 


Lo más perfecto que ha logrado el ser humano quizá sea la razón y el desarrollo científico. 


Rousseau: ¿un filósofo de la negatividad?


Es por eso que el único filósofo relevante en la historia es el que tiene los ojos puestos en la negatividad y no en la positividad del sistema.  El filósofo relevante es el que irrumpe dentro de una totalidad vigente como su negatividad, como su máxima antítesis. Y en ese sentido nuestro filósofo sí cumplió con el criterio que aquí se propone. 


No es digno de ser recordado ni leído todo aquel filósofo que, hipnotizado por los logros de su sociedad,   se duerme en sus mieles. Juan Jacobo Rousseau fue un filósofo, no sólo en el sentido francés como sostuvo Russell, admirador de la botánica que, a pesar de ser una pieza constitutiva de lo que hoy se denomina como Ilustración Francesa, se hizo acreedor, no sin razón, del más inconmensurable odio y aborrecimiento de casi todos sus coetáneos eruditos.


No es para menos, fue como una suerte de cabello largo en un plato de sopa muy delicioso prima facie, irrumpió en la palestra pública con un tema disímil que ponía en crisis al triunfalismo ingenuo de la mayoría de los ilustrados, aquel exceso de confianza en la razón era lo que se imponía de manera monárquica en su tiempo, no es novedad para nadie que ese momento en el que todos los ilustrados coreaban coplas al progreso alcanzado gracias a las artes y las ciencias, él, irrumpiendo sin temor de hacer el ridículo en dicha totalidad como su negatividad, sostuvo, contra el sentir popular y dominante, que dicho progreso, por grandioso que les pareciera, en realidad no era más que un simple mecanismo de dominación política,  a su sociedad les expuso la idea de que la ciencia y las artes en vez de liberarlos a lo que los conducía necesariamente era a una esclavitud más acentuada.


Algunos aspectos biográficos


Juan Jacobo Rousseau nació en Ginebra el 28 de junio de 1712, se educó como calvinista ortodoxo. Isaac Rousseau, su padre, era extremadamente pobre, por tal motivo se desempeñaba en dos trabajos: como relojero y maestro de baile. Su madre, Suzanne Bernard, murió nueve días después de dar a luz por lo que una tía se hizo cargo de cuidarlo. Aquello fue un duro golpe para su padre del que nunca pudo recobrarse completamente. Este, de quién Rousseau se expresa en los mejores términos y que le dedica toda suerte de elogios, lo educó hasta la edad de diez años, después de eso, en octubre de 1722, como consecuencia de una riña que casi lo conduce al calabozo, tuvo que huir apresuradamente de Ginebra y lo dejó bajo el cuidado de su tío Gabriel Bernard pero por poco tiempo ya que aquel ese mismo año lo metió en un internado. 


Este polémico filósofo, no lo niego, fue un pensador bastante extraño, pero su influencia en el mundo de la filosofía es, a todas luces, enorme, por tanto es necesario resaltar algunas notas fundamentales sobre este curioso pensador. 


Por su forma de filosofar se le puede considerar como poco ortodoxo. No queda duda de que fue un filósofo muy influyente especialmente en el terreno de la filosofía, la literatura, la ética y la política. Es, como dice Russell, una fuerza social; su pensamiento filosófico, por más que uno difiera con él, estuvo a la altura de su época y cumplió con las exigencias mínimas que se le demanda a una filosofía que pretende ser relevante e importante; es decir, una filosofía se le puede estimar como valiosa si genera rupturas y provoca crisis al mundo dogmático y seguro de sí, de lo contrario fracasaría como filosofía. Es considerado, y no gratuitamente, por muchos como el padre del movimiento romántico; su enorme inteligencia solo se veía opacada por su desbordada pasión y sentimientos irracionales. 


Debido a la gran influencia que ejerció su pensamiento en los líderes políticos totalitarios, se le señala como el creador de la filosofía política que justifica las dictaduras pseudo-democráticas, Hitler sería en ese sentido, pues, una consecuencia suya. 


Escribió las confesiones, que es una imitación vulgar de las de san Agustín, aunque explica detalladamente lo que realizó en muchos momentos de su vida, no parece que lo que expone allí sea completamente honesto e íntegro, Russell dice que él carecía de las virtudes ordinarias.  


Datos curioso sobre Jean Jacques Rousseau


Rousseau:un huérfano


La vida de un huérfano no es fácil. A los 12 años, a pesar de que era un niño muy prometedor en el estudio, decidió abandonar la escuela. Durante ese tiempo realizó diversos trabajos, pero, como era un espíritu inconforme, odiaba enormemente a todos aquellos oficios. A la edad de diecisiete años, en busca de mejores horizontes, abandonó Ginebra para instalarse en Saboya, suelo próspero y dinámico como lo sigue siendo aún hoy día, pero para mala suerte suya su situación no mejoró, empeoró. 


¿Un fiel Católico?


Dada su situación de pobreza, casi extrema, no le quedó pues otra opción que recurrir a un sacerdote manifestándole su hondo deseo de convertirse a la fe católica, esto lo hizo movido por la pobreza en la que se hallaba, por tanto su conversión al catolicismo fue por puro interés, tal como lo señalará avergonzado años más tardes cuando su situación económica se volvió relativamente estable, ya que era la única manera de paliar un poco la terrible hambre que sobrellevaba, pero después de un ,cierto tiempo, vencido por su convicción religiosa originaria, se volvió a reconvertir al protestantismo al que no  volvería dejar. 


Rousseau era un creyente muy sincero. Defendía la idea de dios, de los hombres poco piadosos, a capa y espada. Es por eso que no debe escandalizar a nadie cuando afirma que una casa donde él residía fue salvada de arder en llamas milagrosamente gracias a las súplicas sinceras de un obispo. 


Un lacayo perverso


También fue un lacayo. Mientras se desempeñaba como lacayo, en una ocasión se vio, como producto de su sinvergüenzada, en un serio aprieto, pues tras la defunción de una dama llamada madame de Vercelli, se robó una cinta perteneciente a ésta, para salvar su reputación acusó infamemente a una sirvienta, a la que aseguró amar, de haberle dado dicha cinta, su versión fue creída y la criada fue cruelmente castigada. Para Rousseau esto no fue algo de naturaleza aberrante, pues lo hizo movido por el más noble sentimiento, para él valía más la sensibilidad que las virtudes ordinarias. 


Amor y mujeres


En el amor, por decirlo así, no le fue mal. Después del escándalo suscitado a raíz del incidente en el que se vio involucrado se acercó, para protegerse, a una rica señora, madame Warens, a la que solía llamar mamá, incluso después de haber mantenido relaciones coitales con ella. Allí vivió por lo menos diez años. Pero, dada la fogosidad de esta buena y cristiana señora, pues era una fiel protestante como él, le era imposible conformarse  con los argumentos de Rousseau en la cama por lo que se veía impelida a tener otro amante, su mayordomo, los dos intentaban paliar la lujuria y las fantasías sexuales de aquella insaciable señora, así que fue una relación bastante extraña, pero para nada conflictiva, después de que el amigo y compañero de lucha  murió, se sintió triste por un momento, pero luego se alegró con la idea de qué se quedaría con sus finos y bellos trajes. 


Jean Jacques Rousseau: un filósofo mentiroso y desleal


La mentira y la deslealtad resaltan como dos notas constitutivas al ser de Rousseau.  Durante mucho tiempo vivió como vagabundo viajando a pie a diversos lugares. Dos eventos se me presentan como curiosos en la vida de nuestro filósofo en esa época como vagabundo. 


El primero involucra a una mujer. Las mujeres, a las que consideraba como seres inferiores, como se puede advertir, fueron siempre una constante en la vida de nuestro autor. Durante ese periodo tuvo un romance con una mujer de la alta alcurnia, para lograrlo le dijo que él era un jacobita escocés y que su nombre era Dudding. 


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El otro tiene que ver con un supuesto amigo, que era su compañero de viaje. Su amigo sufrió un ataque epiléptico mientras viajaban por las calles de Lyon, consecuentemente la gente se aglomeró en gran número, Rousseau, que se sintió presa de un miedo cobarde aprovechó la oportunidad para escapar de la escena y dejar tendido, como a una mascota cualquiera, a su amigo. No hay señales que posteriormente se haya arrepentido sinceramente de aquella pérfida acción, el dejar  a su supuesto amigo, en un momento de enfermedad,  cuando aquel más lo necesitaba, constituye un acto de indecible crueldad, esos dos episodios revelan mucho acerca de la clase de persona que era nuestro filósofo: un mentiroso y un desleal.  


Jean Jacques Rousseau: como secretario


En todo caso su suerte cambió, en 1743, gracias a la ayuda de una mujer, a la que seguramente en el fondo despreciaba como a todas, logró conseguir un trabajo, esta vez como secretario del embajador francés en Venecia, éste  tenía un arraigado vicio al alcohol, su nombre era Montaigu, era bastante tramposo, pues a pesar de todo el trabajo que su secretario le hacía, ya que en dicho cargo se desempeñó muy bien Rousseau, no le pagaba a tiempo. Hizo un magnífico trabajo, pero cuando se dio cuenta de que no recibiría el dinero por la labor que realizaba decidió ir en busca de justicia y la encontró, todo el dinero que le debía se lo pagó. 


¿Cómo era la pareja de jean Jacques Rousseau?


En 1745 se acompañó con Teresa, sirvienta de su hotel en París, un acto que ninguno de sus amigos y allegados jamás pudo comprender. Podría pensarse que lo hizo por amor, pero no fue así, pues sus amoríos con otras mujeres fueron muy constantes. Además era fea, inculta, no sabía leer ni escribir, aprendió con él a escribir pero no a leer, no se sabía los nombres de los meses, no sabía ni sumar elementalmente. Sin embargo, aquella carencia de virtudes intelectuales y atributos estéticos en nada frenaban a su codicia, su madre y ella eran ambiciosas lo utilizaban frecuentemente como un bien instrumental, como una alcancía .Ella le fue infiel, ambos no se amaban, en innumerables veces. Quizá la razón fundamental por la que se unió a ella era para sentirse superior intelectual y económicamente. 


Primer ensayo y éxito literario


Su éxito literario llegó, que fue como una lluvia copiosa en el árido desierto de nuestro filósofo, bastante tarde. Cuando la Academia de Dijon ofreció un premio para el mejor ensayo sobre este tema: ¿Han traído las artes y las ciencias beneficios a la humanidad? Él escribió un magnífico ensayo, desde un punto de vista estético, sosteniendo una tesis muy polémica y, pese  a lo arriesgado de sus planteamientos, ganó. Lo más seguro es que lo escribió con un telos bien determinado: ganar ese premio. Pues, a mi parecer, no parece que haya creído absolutamente todo lo que en él expone.


La naturaleza de las ciencias y las artes


En él sostenía que las ciencias, las letras y las artes son los enemigos más peligrosos para la moral y, además, al crear necesidades artificiales, generan más esclavitud que libertad. No es que sean malas completamente, lo que sucede es que por su uso excesivo se logra más mal que bien. Como es de suponer, prefería Esparta a Atenas, leyó las vidas de Plutarco a los siete años y tuvieron una gran influencia en él; admiraba sobre todo la vida de Licurgo. Consideraba que la guerra era una prueba de mérito, algo digno, pero al mismo tiempo admiraba la vida del buen salvaje. No parece que haya demasiada armonía y coherencia en ese razonar. Ciencia y virtud son, por más que se les quiera juntar, incompatibles, como el aceite y el agua. 


Origen de las ciencias


Según nos cuenta: la astronomía, tiene como origen la astrología; la elocuencia, la ambición; la geometría, la avaricia; la física, se originó en la vana curiosidad e incluso la moral tiene su origen en el orgullo humano. Lo que distingue a un hombre civilizado de un salvaje es el grado de maldad, el salvaje era bueno por naturaleza. Quién sabe si hubiese opinado lo mismo estando a punto de ser sacrificado a Huitzilopochtli, dios del sol.

  

Segundo ensayo: Discurso sobre la desigualdad


Después del éxito del primer ensayo, escribió otro, en el que trabajó más a fondo y profundizó más las ideas que expuso en el primero. Pero esta vez no ganó. El ensayo lo tituló “El discurso sobre la desigualdad” . En él sostenía que el hombre era naturalmente bueno y qué el motivo por el que se había transformado en un ser de una maldad aterradora era la consecuencia de las instituciones maléficas que lo habían hecho así. Su trabajo resultó ser, lo haya planeado o no, un franco ataque a la doctrina del pecado original y de la salvación por medio de la iglesia. 


Hablaba de un estado de naturaleza, y  que la ley de la naturaleza debe ser deducida del estado de naturaleza. No habla, en profundidad, de la desigualdad natural como la edad, el sexo, la fuerza física y muchas otras.  Para él aquella sólo existe por convención.


El origen de la sociedad civil, como veremos un poco en otro párrafo más adelante,  y de las desigualdades, y aquí nos recuerda a Marx, es la consecuencia de la propiedad privada. El primero que cercó una parcela de tierra y después aseguró ser suya quizá sea el verdadero fundador de la sociedad civil. 


El desarrollo de la agricultura representó una de las mayores desventuras para la humanidad pues de allí en adelante se comenzó la especialización del trabajo y con ello se acentuó aún más la desigualdad social. La posesión del grano y el hierro, según él, significó otra gran desgracia. La única solución sería disolver la civilización pues el hombre bueno y salvaje, cuando tiene cubiertas sus necesidades más primarias, vive en completa paz y armonía con todo el mundo. 


El desprecio de Voltaire a su manuscrito


Feliz por haber escrito aquel trabajo, envió este manuscrito a Voltaire, a quien admiraba enormemente, pero este, que era muy irónico y burlón,  hizo parodia de él, de allí en adelante su amistad comenzó a deteriorarse y,  cuando las riñas se hicieron mayores, la relación se terminó completamente. ´


En 1760 le escribió lo siguiente: 


“Os odio, en efecto, porque así lo habéis querido; pero os odio como a un hombre digno aún de ser amado, si lo hubierais deseado. De todos los sentimientos de que mi corazón estaba lleno respecto a vos, sólo queda la admiración que no puedo negar a vuestro hermoso genio y mi amor por vuestros escritos. Si no hay nada en vos que pueda honrar, a excepción de vuestro talento, no es mía la culpa”  (Russell1945, pág. , 366).


La polémica de Rousseau y Voltaire y su definitiva enemistad


Vivió en Ginebra. Dedicó su obra a los padres de la ciudad, pero estos no lo aceptaron. Allí también vivía Voltaire, que era autor de obras de teatro, pero Ginebra por razones puritanas, prohibió todas las presentaciones dramáticas, él, aún dolido por el desprecio y la mofa que aquel hizo de su libro, aprovechó esta coyuntura para ponerse a favor de los puritanos y atacar.  Cuando hubo el terremoto de Lisboa, en 1755, Voltaire, frustrado y molesto por la desgracia acaecida, escribió un larguísimo poema en el que cuestionaba abiertamente al gobierno providencial del mundo, a Dios. Esto ofendió gravemente a Rousseau, que llegó a decir que aquel nunca había creído en Dios sino en el diablo. Para él, que era un gran optimista, el sismo no representaba mayor cosa, pues quizá hasta sea necesario unas cuantas muertes de vez en cuando; además la culpa no es toda de la naturaleza, si hubiesen tenido casas más modestas el número de muertos hubiera sido menor, pues las casas eran enormes y la concentración de gente mayor.


Un loco perverso


La actitud de irreverencia de Voltaire para con Dios y la inmoralidad de  sus obras teatrales ofendía hondamente a nuestro autor, lo que condujo a estos dos hombres a enemistarse definitivamente. Voltaire, cuando ya no le ajustó para más su paciencia, lo llegó a calificar como “un loco perverso”; Rousseau  por su parte, lo juzgó como “esa trompeta de impiedad”.  Se escribieron varias cartas, pero el tono no mejoró, por el contrario alcanzó niveles demasiado estridentes. 


Dos obras exitosas


Escribió en 1760 la nueva Eloísa y en 1762 El Emilio, un tratado de educación conforme a los principios naturales. Este tratado ha sido uno de sus trabajos más influyentes y leídos en la historia, de hecho él consideraba que era su obra maestra, lo cual, al menos a mí me resulta extraño, pues es en ese libro donde más cosas necias dice. 


Por ejemplo allí profetiza algo sobre Europa, dice: 


"Las ciencias, las artes, la filosofía y las costumbres que ésta engendra no tardarán en convertir a Europa en un desierto; será poblada de animales feroces, y con esto no habrá cambiado mucho la clase de habitantes"(Rousseau,2019).


No parece que haya acaecido tal como él lo asegura.  


En uno de los párrafos introductorios dice que un chaval


"Será mejor educado por un padre con juicio y de limitados alcances que por el más hábil maestro del mundo, pues el celo suplirá mejor al talento que el talento al celo"(Rousseau,2019).


¿Será cierto?


Era muy eurocéntrico pues a su juicio:


"La inteligencia de los europeos no la poseen los negros ni los lapones. De aquí que mi voluntad prefiera que mi alumno sea de una zona templada; de Francia, por ejemplo, mejor que de otra parte, con el fin de que pueda ser habitante de la tierra entera"(Rousseau, 2019, pág. 18)


No se conforma con cualquier estudiante, nos dice: 


"yo no me encargaría de un niño enfermizo y achacoso aunque pudiese vivir ochenta años. No quiero encargarme de un alumno siempre inútil para sí y para los demás, el cual se ocupa únicamente en conservarse y cuyo cuerpo perjudica a la educación del alma. ¿Qué realizaré en él, prodigando vanamente mis cuidados, si no doblar la pérdida de la sociedad y privarla de dos hombres en vez de uno? Que otro se encargue en mi lugar de este enfermo; yo consiento y apruebo su caridad, pero mi misión no es ésa. Yo no sé el modo de enseñar a vivir a quien sólo piensa en librarse de la muerte”(Rousseau, 2019, pág. 19)


Al parecer el desarrollo en lo tocante al terreno de la medicina no ayuda a mucho pues:


"el imperio de la medicina, más pernicioso a los hombres que todos los males que pretende curar. Yo no sé por mí cuál es la enfermedad que nos curan los médicos, pero sé que ellos nos causan algunas que son muy funestas: la cobardía, la pusilanimidad, la credulidad, el terror de la muerte; si nos curan el cuerpo, nos matan el coraje. ¿Qué nos importa que hagan andar a los que son unos cadáveres? Son hombres los que nos hacen falta, y uno no ve que salga ninguno de sus manos"(Rousseau, 2019, pág. 21).


A su juicio, si no se quiere perder el coraje, sería  recomendable mantenerse alejado de los doctores. Sobre esto dice lo siguiente: 


“¿Queréis encontrar hombres de verdadero coraje? Buscadlos en los lugares donde no hay médicos, donde son ignoradas las consecuencias de las enfermedades y donde se piensa poco en la muerte. Naturalmente, el hombre sabe sufrir constantemente y muere en paz. —Arguye lo siguiente— "Ha vivido más el hombre que vive veinte años sin médico que el que ha vivido treinta años siendo su víctima”(Rousseau, 2019, pág. 20). 


Y luego afirma que: 


“Son los médicos con sus recetas, los filósofos con sus preceptos, los sacerdotes con sus exhortaciones, los cuales le envilecen el corazón y le hacen despreocupar por la muerte”(Rousseau, 2019, pág. 20).


De algo estoy seguro: si nuestro autor viviera en nuestra época se espantaría del horror que le provocaría el hecho de que la mayoría de los niños son puestos por sus padres bajo la supervisión médica. Él recomienda en su libro que los padres no deberían acudir al médico nunca solo si ya no tienen más esperanza. Dice que: 


"El sabio Locke, quien había pasado una parte de su vida en el estudio de la medicina, recomendaba muchísimo que jamás se recetase a los niños por precaución o por ligeras incomodidades. Yo iría más lejos, y pido que no llamen a los médicos por mí; yo no les llamaría jamás para mi Emilio, a menos que su vida no esté en un peligro evidente, ya que entonces no pueden hacerle otro daño que matarle"(Rousseau, 2019, pág. 20).


Cree que es beneficioso acostumbrar a Emilio al ruido de un arma de fuego, sobre esta cuestión nos ilumina:


"Empiezo por quemar pólvora en la cazoleta de una pistola, y la llamarada instantánea y brillante divierte al niño con esta especie de relámpago; repito la misma operación con más cantidad de pólvora; cargo la pistola con poca pólvora, poco a poco y sin taco; luego aumento la carga, y por fin se acostumbra al ruido de los disparos, de los cohetes, y a las más fuertes detonaciones"(Rousseau, 1762, pág. 27).


Esas son unas cuantas necedades de las muchas que dice, el libro está atiborrado de toda suerte de delirios.


Por otro lado, los principios de la religión natural que definió allí, molestó tanto a la ortodoxia católica como a la protestante; en lo tocante al contrato social resultó ser aún más chocante para los conservadores,  ya que defendía la democracia y negaba el derecho divino de los Reyes. 


Dos libros Polémicos


Con estos dos libros ganó renombre y su popularidad creció, pero con ello también sobrevino la censura. Se vio obligado a huir de Francia; el consejo de Ginebra llegó a despreciarlo tanto que los que lo conformaban decidieron, por el bien de la comunidad, quemar los dos libros, y esparcieron el rumor para que llegara a sus oídos de que, si lo veían en las calles de Ginebra, lo arrestarían. El Emilio, por todo el revuelo que causó, se puede considerar como una obra revolucionaria.


Federico el Grande se apiadó de él y lo dejó vivir en sus tierras; pero después de tres años los aldeanos de esa zona, instigados por un pastor fanático, lo persiguieron tratando de asesinarlo, lo acusaban de envenenador. Como consecuencia no le quedó otra opción que huir a Inglaterra donde conoció a David Hume, quien se convirtió en un fiel amigo.


Hume: un amigo paciente


Éste le fue leal y soportó pacientemente todas sus impertinencias, pero aquel empezó a sufrir de manía persecutoria y acusaba a David Hume de querer llevar a cabo un complot en su contra para asesinarle, pensaba que aquel maquinaba en su contra. Cuando no pudo soportar más sus miedos interiores y temiendo por su vida, huyó y se fue a París donde vivió sus últimos años en la mayor pobreza, tras su muerte se generaron varias hipótesis, la más popular de todas es la que sostiene que su muerte fue producto de un suicidio. 


Rousseau: un filósofo influyente e innovador


La obra suya fue muy influyente en muchos aspectos, pero los que me interesan son los filosóficos; su influencia más grande fue en el campo de la pedagogía, la teología y el campo político.


Teología

 

Su teoría política representó un gran avance para el mundo político y, aunque esto no lo acepte la mayoría, su pensamiento teológico es muy importante e innovador. En general se suele resaltar el aporte que realizó en el primero y se olvida del giro que le dio al segundo, después de él, la forma de exponer los tratados teológicos se distanció de la forma tradicional; y aunque fue en el protestantismo donde más caló, también tuvo efecto pernicioso en el catolicismo. Su aporte teológico es hoy día aceptado por casi todos los teólogos protestantes. Como es bien sabido por los conocedores del mundo escolástico, antes de él cualquier filósofo o teólogo de renombre  que dijera que creía en Dios, ofrecía, o por lo menos intentaba,  argumentos intelectuales para justificar su creencia. Los argumentos podían ser malos e incluso poco fundados, pero ellos creían que eran lógicos y válidos. Hoy día, los protestantes, sobre todo los neo pentecostales, consideran como inútiles las antiguos pruebas acerca de la existencia de Dios de santo Tomás; basan su fe en la pura emoción, esto se debe a él. Nuestro filósofo advirtió una cosa: Dios no puede ser demostrado racionalmente, así que si eso no es posible por la sola razón,  por lo menos el ser humano se puede comunicar con él a través de la naturaleza y la emoción que ésta produce en él.

 

Enemigo del ateísmo


Le fastidiaba dialogar con ateos, incluso podía dejar la cena si algún incrédulo expresaba alguna duda respecto de Dios, una vez amenazó con dejar la comida si un invitado incrédulo llamado Saint Lambert no abandonaba la mesa. Creía que los sentimientos naturales nos empujan a buscar objetivar el bien común, pero la razón, por tener como base los mayores defectos que habitan en el corazón humano, nos conduce inevitablemente al egoísmo. Por tanto, es más beneficioso dirigirse por el sentimiento que por la razón, la virtud, a su juicio, no viene de la razón sino del sentimiento. La religión natural no tiene necesidad de revelación, tal concepto resultó ser extremadamente provocador. Si los hombres, nos dice,  hubiesen escuchado la voz de Dios en sus corazones, existiría entonces una sola religión, pero debido a los defectos de los hombres es poco probable que sea así;  la religión natural tiene una gran ventaja: es revelada directamente a cada individuo. Sobre el infierno supuso que quizá no era un castigo eterno, cualquiera podía, si así lo anhelaba, ser salvo; esto y su negación de la revelación quizá fue lo que más ofendió al gobierno francés y al Consejo de Ginebra.


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Poner el corazón por encima de la razón no parece ser algo muy beneficioso para ninguna sociedad. Tiene cierto mérito, no se niega, el que este filósofo haya advertido que los argumentos racionales ya no estaban funcionando para convencer a las personas, por lo tanto, era mejor desecharlos, la fe había que exponerla de una manera racional, despreciando la razón en pro de la emoción. La razón es difícil, el buen salvaje por bien comido que esté no podrá comprender el argumento ontológico. Resulta curiosa la idea de que este sujeto es el recipiente de la sabiduría de la naturaleza. Lo cierto es que este salvaje, del que nos ilumina nuestro filósofo, en nada se parece con el que investiga el antropólogo.


En términos prácticos esta propuesta del buen salvaje y de basar nuestras opiniones en la pura emoción no resulta ser muy viable. La creencia de que los salvajes eran buenos no es algo que sea totalmente objetivo. Si la sociedad va a dirigirse por lo que le dice el corazón, esto se vuelve muy problemático, no a todo mundo le dice lo mismo y por tanto en la práctica la sociedad se volvería un caos total. La luz natural dice una cosa a los cristianos y otra a los budistas.


El irracionalismo de Rousseau


A pesar de lo seductor que pueda ser su prosa, quizás sea preferible Tomás de Aquino y todos los argumentos antiguos sobre la existencia de Dios que el irracionalismo que él propone. Los antiguos argumentos, a pesar de poseer debilidades en cuanto a materia y forma, eran, en términos generales, serios. La nueva teología, introducida por nuestro autor, se aparta de la razón y por tanto, se rinde ante los embistes racionales, es irrefutable ya que no se propone probar sus hipótesis, se limita sólo a expresar bonitas emociones. 


El razonamiento suyo en teología es indigno, y si se tiene que elegir entre él y Tomás de Aquino es preferible el segundo, esto, por su rigor y talante intelectual. 



La teoría política de Rousseau


Rousseau: Un loco peligroso



La expuso en El contrato social publicado en 1762. Este libro difiere a los otros, hay poco lugar para la emoción y más rigor intelectual. Aparentemente, sus doctrinas están encaminadas a justificar la democracia moderada, pero es en el fondo una justificación a los estados totalitarios. Prefería la ciudad-estado, cosa bastante obsoleta y propia de la teoría política de Aristóteles, que a los grandes imperios como Francia e Inglaterra. Alaba a Esparta. La democracia, sostuvo, es mejor en los estados pequeños; la aristocracia, en los medianos y la monarquía en los grandes. Creía que en los estados pequeños es más fácil la aplicación de la democracia moderada. Democracia lo entendía en el sentido griego, a saber, la participación directa de todos los ciudadanos. Al gobierno representativo lo llama aristocracia colectiva. Su elogio de la democracia, es, pues, un elogio a la ciudad-estado. En el primer capítulo de este libro empieza así: “el hombre ha nacido libre y en todas partes está encadenado. Uno de ellos se cree dueño de los otros, pero sigue siendo más esclavo que los demás”.


La meta nominal es fortalecer la libertad, pero si se presta mayor atención es la igualdad lo que él busca inclusive si hay que sacrificar la libertad. Su concepción del contrato social es más análoga a la de Hobbes, aunque difiere con él, que la de Locke. El contrato social consiste en la enajenación de cada asociado con todos sus derechos. La enajenación tiene que ser total, lo que implica la total eliminación de la libertad y un repudio a la doctrina de los derechos del hombre. 


Pues bien, un verdadero filósofo no se deja alienar por las ideas de sus maestros, por muy buenos y brillantes que sean. La mayoría de los filósofos tienen una antítesis, un filósofo al que deben batir en el ring; en el caso de Rousseau lo tenía bien identificado: tenía, si quería tener éxito en su empresa, que destruir teóricamente a Hobbes, por ello se opuso filosóficamente a aquel, este suponía, sin poseer bases sólidas y suficientes para conjeturarlo así, que el hombre era protervo y retorcido por naturaleza y que, por tanto, precisaba la dorada civilización para superar esa maldad intrínseca y  natural en el ser humano. 


Rousseau, en abierta oposición a Hobbes, adopta una visión disímil a la de aquel sobre el buen salvaje: el hombre, cuando todavía no ha sido envenenado por el mal necesario que acarrea todo progreso vano, es bueno y honrado por naturaleza, y sólo la civilización, con sus malsanas invenciones y su vano fisgoneo insaciable, lo deprava, lo torna un maléfico heliogábalo.


El buen filósofo es el que genera tensión y, por lo general, opiniones encontradas en su sociedad. Es por eso que a los buenos filósofos los refutan constantemente, un mal filósofo ni merece ser refutado. Voltaire al principio no tomaba muy enserio, al oriundo de ginebra, pero con el paso del tiempo las cosas se comenzaron a poner más agrias llegando a niveles increíbles de intolerancia. Tanto fue el malestar que generó a sus contemporáneos que alguien como Voltaire llegó a escribir de él lo siguiente: "Leyendo su libro se ve que deberíamos andar a cuatro patas"(Russell,1945).  


En el estado de naturaleza un paraíso de inocencia y perfección, sostiene Rousseau, el hombre natural se guiaba por los sentimientos más nobles ya que aquellos surgían de la más pura candidez, la que con el desarrollo posterior de la temprana modernidad se fue perdiendo:


Entre esos sentimientos que gobernaban en el corazón del buen salvaje se pueden mencionar el amor a sí mismo y la compasión, estos dos magnos sentimientos eran claves para evitar el sufrimiento de los demás.


El estado de naturaleza descrito por Rousseau, en contraposición al de Hobbes, es sustancialmente social, refutando así la primera categoría política sobre la cual aquel derivaba las demás, a saber, la de individuo, el hombre es un ser social, nunca un individuo, además sin la relación armoniosa con los otros es prácticamente imposible la supervivencia de la especie. Si el ser humano está hasta fecha es porque algo de bondad anida, aunque sea microscópica, en su corazón de lo contrario, considerando lo frágil y limitado que es, ya hubiese desaparecido como especie. 


Ahora bien, después de lo ya mencionado surge una interesante pregunta: ¿consideró Rousseau que este estado de naturaleza graficado y coloreado por él haya tenido una existencia realmente empírica e histórica?


Enrique Dussel opina que los filósofos que trataron sobre esta problemática creían en verdad de que este estado de naturaleza tuvo una existencia, real, empírica, pero, ese no es el caso del filósofo aquí estudiado, él  no cree que haya existido en realidad así como lo expone. 


Él no cree en el estado natural lo usa más bien como una especie de hipótesis comparativa nada más para mostrar el nivel de corrupción al que se ha llegado con la civilización. Los nobles sentimientos del hombre de hoy han sido corrompidos por su educación y por la civilización; el nivel de corrupción y descomposición al que ha llegado el hombre actual, supuestamente docto he instruido, constituye un escándalo de proporciones increíbles. 


La buena lógica no parece haber sido la mejor aliada y la virtud más fuerte de nuestro filósofo, pues si toda la sociedad era decadente y corrupta en el más alto grado, tal como la concibe y la describe en sus más famosos trabajos, ¿Que nos puede hacer suponer que sus faenas teóricas, generales y en extremo imprecisas, no lo eran asimismo? Todos los hombres eran corruptos excepto él, que es el iluminado que alumbra las penumbras que imperan con cetro de hierro en su sociedad y dominada por los más execrables defectos traídos por la civilización.


Por más nostalgia que tal memoria nos evoque, ese hombre primitivo, honrado y de pureza inefable, ya no existe, por ese motivo es de cardinal importancia enfocarse en el hombre histórico, que es el sujeto de hoy día. Ese sujeto, que aún sangra copiosamente debido a que sus virtudes más nobles le fueron arrancadas feroz y seductoramente, violenta y amablemente, esos sentimientos naturales que constituían lo mejor que había en el ser humano han sido viciados por la civilización, la educación, las normas y la hipocresía de la clase dominante.


El hombre histórico es, a su juicio, un manojo de defectos y vicios, en fin, una falsedad total. Sus supuestas grandes virtudes morales e intelectuales no descansan en algo realmente genuino, sino en la irracionalidad más primitiva.  Si este no fuera el caso, entonces los hombres tendrían un horizonte vital mucho más amplio que ir persiguiendo desesperadamente la riqueza y el poder. 


¿Pero qué es lo que ha conducido al hombre a ese nivel de decadencia, de bajeza? Rousseau como se sabe lo ve muy claro como un medio día bien despejado, la fuente de todos esos defectos no puede ser otra cosa que la siguiente: la propiedad privada. La igualdad no solo nominal sino real era una nota constitutiva del estado de naturaleza, por lo que en ese estado de cosas todos los hombres eran iguales y poseían los bienes naturales en común, no había espacio para fomentar el egoísmo. Las desigualdades se desataron cuando uno de los hombres de esa sociedad cercó una parcela de tierra y determinó que aquello era suyo, él lo dice claramente:


"El primero al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir 'esto es mío' y encontró personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, miserias y horrores no habría ahorrado al género humano quien, arrancando las estacas o rellenando la zanja, hubiera gritado a sus semejantes!: '¡Guardaos de escuchar a este impostor!; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie".


Rousseau y Marx


El argumento suyo es más o menos así: la propiedad privada implica desigualdad y esclavitud, hay propiedad privada, luego no hay igualdad ni libertad. 


La propiedad privada es el origen de las desigualdades sociales, pues con ella se pierde la igualdad y la libertad natural. Dado que la propiedad privada está concentrada en unas cuantas manos, los que la poseen son en definitiva más libres que los que no, y, por lo mismo, se aniquila la posibilidad de la igualdad social que conviene al conjunto. En este punto difiere con Hobbes y Locke a quienes leyó enormemente pero no se dejó alienar por ellos. A Hobbes lo refuta diciendo que el origen del conflicto no se suscitó debido a la naturaleza humana sino más bien por la propiedad privada, la naturaleza humana es siempre buena. A Locke le reprocha el haber sostenido infundadamente que la propiedad privada era uno de los derechos naturales del hombre que se originaba en el trabajo.

 

Rousseau, después de repasar sus propuestas políticas, criticará duramente tanto las de Hobbes como las de Locke, la razón de ello es porque a su criterio a aquellas fueron diseñadas para favorecer a los propietarios, la clase dominante y ricos lo que da paso y justifica una sociedad extremadamente desigual. A cualquiera le puede dar la sensación de que nuestro autor es un pesimista total, pero ese no es el caso, él es un hombre lleno de un optimismo extremo, decir que es la bondad lo más natural, la nota esencial, en el hombre es una prueba de ello. 


 Según nuestro filósofo todo aquello humanamente creado puede ser, por así decirlo, de-construido. La corrupción es una construcción humana, por lo tanto, siguiendo esta lógica, se puede de-construir. Es nuestro problema, y nosotros podemos salirnos de él.  


Si es la sociedad y la cultura la que corrompe al hombre, ¿cómo se puede salir de ese embrollo, acaso fustigando todos los avances alcanzados por la sociedad para volver al estado primitivo?


La solución a este problema la plantea en su libro "El contrato social". La tesis principal de este libro es la que sigue: es ineludible un nuevo acuerdo social a partir del cual se pueda reconfigurar y regenerar toda la sociedad tratando de que esta se parezca lo más que se pueda al estado de naturaleza. Es imposible, sostiene nuestro filósofo, volver al estado natural, quizá aquello en vez de ayudar perjudicaría al hombre actual, lo que sí se puede hacer es transformar, mediante una actividad más sana, el histórico. 


La nueva sociedad debe ser construida sobre las nuevas bases surgidas del contrato social que respeta el consentimiento de los hombres. Si para Hobbes el pacto social debía ser de total sumisión a un monarca y soberano absoluto, él propone un pacto diferente. En este pacto, que se propone como fin  último alcanzar el bien común, es posible que el ser humano recupere su libertad perdida,  habría que precisar un punto: esta libertad ya no será natural sino civil. 


El hombre ha ido pasando por varios estadios, el primero es el natural, luego el histórico y por último el civil donde los dos anteriores se reencuentran y se produce la armonía. Que es la superación de ambos sin negarlos completamente.   


Esta triada, afirmación, negación y negación de la negación, será más tarde una pieza constitutiva para el sistema hegeliano y el marxiano. La idea política de Rousseau es similar con la de Platón, él no está pensando en el individuo sino en el colectivo, aquel sin el segundo es abstracto, es en la totalidad que su existencia cobra algún sentido, en ese sentido debe ponerse a parte el interés privado y dar prioridad al público. 



La Voluntad General



Ahora llegamos a una de sus principales doctrinas, importante pero oscura desde un punto de vista teórico, nos referimos por supuesto a la voluntad general. Al acercarse a la obra de este autor, pareciera que este concepto es fácil de captar, pero no es tan sencillo,   es necesario hacer algunas precisiones analíticas. Para entender lo que significa la voluntad general es preciso distinguir a aquella de la voluntad de la mayoría, la voluntad de todos, y, además tener muy claro lo que en él significa soberano. 



a) La voluntad general: a ella, por ser como debe ser, todos deben someterse, pues es por medio de ella que se puede llegar a alcanzar el tan ansiado bien común.  Esta persigue siempre lo bueno y por tanto el bien público.


La doctrina de la voluntad general es, sin duda, la más oscura de todas. La voluntad general no es idéntica a la voluntad de la mayoría, parece ser una voluntad perteneciente al cuerpo político, dado que una sociedad civil es vista como una persona incluso con voluntad, pero cuáles son las Señales palpables de esta voluntad. Él no habla sobre ello. La voluntad general es siempre recta y justa y tiende al bien común, pero no todas las deliberaciones del pueblo serán siempre buenas, ya que a veces hay diferencias entre ellos, ¿cómo se puede saber cuál es la voluntad general? La voluntad general es más o menos un principio moral y es lo que da paso al bien común y a la democracia. 


b) La voluntad de la mayoría es la suma de todas las voluntades particulares que conforman el todo social, pero por medio de esta no se puede llegar a alcanzar el bien común a lo sumo se puede llegar alcanzar un bien para un determinado sector de una sociedad, pero aquel no se traducirá como un bien para la totalidad. 


c) El soberano: el soberano para nuestro autor difiere con el de Hobbes. Para aquel este era un individuo, pero para Rousseau es una especie de colectividad considerada como un sujeto. Asimismo, El soberano no tiene que dar garantías a sus súbditos. Pues aquel no puede tener ningún interés contrario al de ellos, está formado por individuos. El soberano es siempre lo que debería ser. El soberano no es un gobierno tiránico sino más bien es una especie de ente metafísico que no está incorporado en ninguno de los órganos visibles del estado .Una mano no es el cuerpo, por muy importante que pueda ser para el cuerpo, cualquier órgano del cuerpo se considera como parte esencial del cuerpo si está unida con aquel de lo contrario no. Un ojo separado del cuerpo no es el cuerpo. Todo órgano separado del cuerpo, la totalidad, es abstracto, adquiere un sentido en la totalidad, es en la totalidad que puede llegar a ser concreto. Por eso, para él los sujetos fuera de la totalidad política no pueden ser auténticos ciudadanos. 


De este modo, surge la llamada "voluntad general", a la que todos deben someterse. Ya no nos sometemos a un soberano, sino a la colectividad, al bien común del conjunto. La voluntad general no es la suma de voluntades de todos los individuos, sino una voluntad diferente, única, que está como por encima, que es la voluntad del cuerpo social, de toda la sociedad entera, entendida como un único individuo. Lo que la voluntad general quiere es lo que es bueno para la sociedad, para el pueblo o la comunidad política, que es el único sujeto soberano.


La voluntad del soberano siempre es la correcta, es la voluntad general. Cada persona participa de la voluntad general, pero tiene también su voluntad particular contraria a la general. Según el contrato social, quien se niegue a obedecer a la voluntad general será obligado a que acepte ser libre, y qué hay sobre Galileo, ¿fue forzado a ser libre?


El soberano ya no es un individuo, como en Hobbes, sino una colectividad, aunque considerada como individuo. En el pueblo reside el poder, es la potencia, pero un poder que permanece en la esfera de la negatividad, se actualiza por medio del estado. El estado es la condición de posibilidad de la voluntad del soberano. El cual exterioriza su voluntad en las leyes, que deben perdurar, cuanto más viejas sean, más sabias y santas son. 


Libertad y ley


La ley debe ser obedecida por todos, pues como bien dice en su discurso:


 “Hubiera querido vivir y morir libre, es decir, de tal manera sometido a las leyes, que ni yo ni nadie hubiese podido sacudir el honroso yugo, ese yugo suave y benéfico que las más altivas cabezas llevan tanto más dócilmente cuanto que están hechas para no soportar otro alguno.”


Cuando alguien vive obedeciendo de buen gusto las leyes, que son la manifestación de la voluntad del estado, vive en libertad civil. En el contexto actual, la desobediencia constituye para muchos un acto de verdadera libertad, pero ese no es el caso de nuestro autor, que influenciará a Hegel. Cuan reaccionario suena hoy día la idea de que el único camino para alcanzar la genuina libertad sea por medio de la obediencia a las leyes y al estado, es cierto que Rousseau se podría defender diciendo que no es a cualquier capricho humano que se debe someter sino más bien a la voluntad general. Pero es bien difícil llegar a conocer dicha voluntad, no creo que hasta este tiempo alguien la haya conocido.  


La voluntad de la mayoría potencialmente puede ser general o de todos. Lo relevante no es su cantidad sino la calidad del contenido de esa voluntad. Será buena si busca el bien común, pero será mala si sólo se preocupa por el particular. 


Rousseau está plenamente consciente de que no existe ningún sistema de gobierno perfecto, ideal y deseable para todos los pueblos, es por eso que su propuesta es una democracia directa de tipo refrendario, como ya se mencionó. No cree en una democracia representativa ya que, para Rousseau, la voluntad general no puede ser representada.



¿Cómo se logra obtener la voluntad general?



La única forma de alcanzar la voluntad general es de manera directa, a saber, a través de la votación de la comunidad política. La voluntad general es metafísica pues al parecer precede a la voluntad de todos, su existencia es esencial, pero se actualiza con el voto consciente emitido por el pueblo, el soberano. 


Pero no basta con votar, ¿quién asegura que lo que surja de la elección no es la voluntad particular o la de todos y no la general? Pues bien, para tener éxito y estar seguros que es la voluntad general la que se ha obtenido es preciso prestar atención primero a que todos estén preocupados más por el bien común que por el individual, y después realizar un par de cosas:


1.Primero, ha de haber una profunda discusión pública en la que participen todos los ciudadanos exponiendo sus más genuinos y nobles anhelos del espíritu y de la carne, pero para que eso sea posible de realizar el tamaño del pueblo, en cuanto a dimensión y población, tiene que ser bastante reducido,  a saber, una ciudad estado.


2.Antes de emitir el sufragio, el pueblo debe estar libre de la virulencia de grupo y de las pasiones exageradas que nublan el buen razonar


3.Una vez concluida la discusión de la comunidad política e incluso después de votar debe haber absoluto hermetismo, con el fin de evitar que aparezcan grupúsculos o grandes facciones queriendo imponer su voluntad e impidiendo así que se manifieste la general. Para que sea la voluntad general la que se imponga al final del proceso electoral, los ciudadanos no deben comunicarse sus opiniones entre sí.


Esto nos lleva a suponer que si nuestro autor viviera en nuestros días no le gustaría para nada la forma como se eligen los gobiernos. Seguramente estaría en contra de las campañas políticas adelantadas, y las encuestas serían un vulgar atentado en contra de la voluntad general. Si se pone en práctica lo ya mencionado se tendrá éxito en lograr la voluntad general, de lo contrario, no. 


Surge un problema: ¿Qué pasa con los que votaron en contra de la voluntad general? El cree que a pesar de que ellos sepan que no votaron por ella, terminaran por aceptar, pues si votaron buscando objetivar el máximo de bien común, ya que si es la voluntad general, que es siempre buena e infalible, la que se impuso ellos llegarán a la conclusión que aquella debió ser la opción correcta que ellos tuvieron que haber elegido. Él sostiene que la soberanía reside únicamente en el pueblo, es el soberano. 


Este mecanismo es compatible con cualquier forma de gobierno sea monárquico, democrático, republicano o aristocrático, ya que si es la voluntad general la que elige alguna de estas formas de gobierno eso indica que es buena, independientemente de que alguien le parezca absurda o peligrosa. 



¿Un estado ideal?


Nuestro amigo ginebrino está consciente de algo: toda forma de gobierno, por noble que sea, tiende a degenerarse y a corromperse. Esto sucede a partir del momento en que el que gobierna cree que el poder reside en él y que puede estar por encima de la voluntad general. Allí comienza la corrupción, cuando el soberano se cree la sede última del poder y cuando el pueblo lo acepta. En ese sentido no solo la clase dirigente es corrupta sino que también el pueblo fetichista que lo acepta así, pues si fuera lo suficientemente racional no aceptaría que un gobierno les pisoteara su poder. Cuando los ciudadanos no van a las elecciones están confirmando y afianzando el poder fetichista de la clase dominadora, que es la antítesis de la voluntad general. 


Las ideas de Rousseau, que en su tiempo fueron muy revolucionarias y generaron toda suerte de pasiones y exageraciones entre sus enemigos, tuvieron una enorme influencia en la Revolución Francesa así como en el desarrollo del republicanismo, a pesar de ello no queda exento de ser  considerado como uno de los máximos precursores del totalitarismo.


Basándose en el concepto de voluntad general se ha querido sacrificar al individuo a la colectividad. Para muchos el discurso escatológico encierra un gran peligro; casi nunca ha tenido un final feliz; intentar traer el paraíso a la tierra, pues detrás de discursos como estos está el prejuicio religioso siempre vivo y operante. 


La idea motora de esta cosmovisión es que, debido a la defectuosa forma de lidiar con los asuntos políticos y económicos, nos encontramos en un estado podrido hasta el núcleo y que, para superar dicha corrupción y podredumbre, es insoslayable la preparación y creación de un hombre nuevo, capaz de sobrepasar esos defectos que no son inherentes en él, sino que es la sociedad, impura, que lo ha pervertido. 



De ese modo, la salvación de ser algo puramente religioso pasa a ser algo político. Y cuando esto ocurre suele traer graves consecuencias para la mayoría. ¿Pero es que es la paz el fin último al que aspira el hombre? A la clase dominante le gusta que haya paz, pues así están asegurados sus privilegios, pero la guerra es un elemento que no puede obviarse, ha estado presente siempre. Es evidente que el totalitarismo no es algo bueno, pero las democracias liberales no pueden jactarse de haber traído mayor bien, pues si bien se ha avanzado mucho en libertades formales, las libertades reales son aún para muchos  meras utopías.  


Bibliografía


Rousseau, J. J. (2019, 12). Emilio O La Educacion. Retrieved from Filosofia de la guerra: https://filosofiadelaguerra.files.wordpress.com/2019/12/emilio-o-de-la-educacion.pdf


Russell, B. (1945). Historia de la filosofía occidental II.Barcelona: Austral.




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