Hay que volverse a la acción, a la praxis; acción realmente transformadora y revolucionaria. |
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En este artículo se analizarán los siguientes puntos:
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Uno de los conceptos más importantes en la filosofía de Marx fue el de alienación. Este estuvo ya muy presente en las reflexiones filosóficas de juventud.
Para entender qué es alienación como concepto, como una totalidad, hay que advertir los tipos de alienación y su gravedad.
Para Marx, si se rastrea muy de cerca su vastísima obra, se encontrarán
cinco formas de alienación: la religiosa, la política, la
filosófica, la social y, la más básica de todas, la
económica. La alienación es progresiva, siendo ésta última la madre
y, por consiguiente, peor de todas.
La religión es, a juicio de Marx, el opio del pueblo |
a) Alienación religiosa
La alienación religiosa se da cuando el hombre, el que no ha sido capaz de conquistarse a sí mismo, aliena su esencia proyectándola en un ser o una suerte de ente superior, Dios.
El hombre proyecta fuera de sí su naturaleza esencial y por lo mismo cae, auto-engañándose, víctima de un mundo transcendente, metafísico.
Dios, la hipótesis más gratuita e infundada inventada por el ser humano, es una proyección maximizada de las cualidades humanas, de sus notas fundamentales.
Lo subjetivo es externado y luego es idealizado. La crítica, hay que precisar, no va dirigida a ninguna religión en particular, es en general.
La acción religiosa lleva a la alienación, esto incluye a la religión
privada; la religión en sí misma constituye alienación; esto porque
quiere alejar al ser humano del mundo real por uno, supuestamente mejor,
pero ficticio.
Dios, —para expandir y precisar un poco más esta cuestión —el objeto material de la teología, es la proyección del hombre. El hombre sabe que no es todo poderoso, es finito, mortal. Él por esa razón se imagina que, dado que no goza de tal capacidad, debe existir, a pesar de que no sea aquí en el mundo sensible, un ser superior a su esencia.
Así que Dios no es más que el resultado de la quimera o elucubración de un ser humano que imagina a otro ser humano con atributos superiores a uno normal. El ser humano, gracias a su enorme imaginación, ha creado todos los dioses.
Dios no es más que un “predicado” o la “impresión que la naturaleza causa en el ser humano”, como sostuvo Feuerbach, pero “el verdadero sujeto es la naturaleza” (Luijpen y Koren, 1971 , pág. 52).
En todo caso, para mala suerte de los que todavía creen en esas fantasías,
Dios no es más que nuestras proyecciones proyectadas al infinito.
La religión es, a juicio de Marx, el opio del pueblo; un tranquilizante; ayuda para que el ser humano acepte resignadamente las condiciones de miseria con la falsa esperanza de alcanzar un día una mejor suerte en el otro mundo.
Distrae, como ninguna otra actividad, al ser humano en su propia proyección para que éste esté embelesado por aquella (proyección) llevada al límite y no sea capaz, por ese motivo, de percatarse del estado de indignidad y miseria en el que su vida está asquerosamente enfrascada.
La religión, por su carácter alienante, no está interesada en terminar con esas condiciones indignas en las que la vida de numerosos seres humanos se está desplegando y objetivando.
El comunismo, como permitirá que el hombre se recupere a sí mismo,
se supone que será la superación de la religión y de las supersticiones
que de ella derivan, esto gracias a la praxis revolucionaria.
La sociedad en conjunto aliena su verdadera esencia en el estado |
b) Alienación política
Existe otra forma de alienación y es la política. En esta el pueblo, que es la conciencia de la masa y el farol para sus pasos, aliena colectivamente su vida en el estado; por eso junto a esa visión realiza una crítica al estado.
Esta alienación consiste básicamente en la construcción de una superestructura, derivada en último término de la infraestructura, que, debido a los intereses que defiende, promueve y conserva, le niega la completa realización de sus derechos y de sus más profundos anhelos al ser humano.
La sociedad en conjunto aliena su verdadera esencia en el estado. En el
comunismo, como es natural, habrá una democracia, eso sí,
sustancialmente nueva, en ella desaparecerá el estado, fuente de gran
alienación y de muerte para el obrero.
La filosofía se presenta para Marx como una sutil sustitución de la religión |
c) La alienación filosófica
La alienación filosófica es peligrosa porque se presenta como una sutil sustitución de la religión. Desde el terreno de la filosofía se justifican, la mayor parte de veces, las acciones innobles y corruptas de los políticos y, del mismo modo, se justifica la ideología dominante.
Si las condiciones en las que los hombres y mujeres viven son indignas y ofensivas, las romantiza y las justifica mediante discursos extremadamente abstractos y, por lo mismo, vacuos.
Mediante las abstracciones más delirantes, obstruye al ser humano de que se entere de la realidad, de lo concreto. Quizá Marx cuando escribió eso pensaba en Aristóteles, ya que de lo contrario, dado que él era filósofo, se estaría auto refutando.
Aristóteles, por ejemplo, justificó, gracias a su enorme capacidad intelectual, científica y astronómica, el sistema vigente, el estado de cosas o estatu quo, de su época; lo mismo hizo de algún modo Hegel.
La filosofía como tal no investiga al hombre concreto, al real, sino al abstracto y, por lo tanto, a la idea de hombre; esto sería válido desde un criterio filosófico lánguido.
Es una actividad paralizadora de la acción. Aristóteles propuso la contemplación como la actividad más importante, la superior. La contemplación debería ser dejada para los monjes y los santos, quienes son capaces de soportar tales torturas; más bien, hay que volverse a la acción, a la praxis; acción realmente transformadora y revolucionaria.
Para Marx el hombre, como es del dominio público, es acción, trabajo, no es pasividad. Estar toda el día absorto en la más torturante abstracción, no supone mayor beneficio para el mundo.
Ellos, los filosos como Aristóteles, se dedicaron desde sus
coordenadas espiritualistas o idealistas a interpretarlo, pero
en realidad de lo que realmente se trata es, sin duda, de transformarlo.
La imagen del coloso de Marx |
d) Alienación social
La alienación social consiste en la división de la sociedad en clases. Para Marx, como es bien sabido, son dos: capitalistas y proletarios.
Una posee los medios de producción y la otra su capacidad de trabajo sea física o intelectual. La humanidad está alienada en la lucha de clases, de las ya mencionadas.
Ésta lucha, contradictoria, impide que el estado funcione como un ente mediador, como una fuerza neutral. Él se convierte en un instrumento perfecto de la clase opresora, pues este es el castillo, la fortaleza, en el que la clase opresora se escolta.
La alienación política por lo tanto sólo puede disolverse solucionando la alienación social, logrando la concreción, posibilidad que cada vez con el paso del tiempo se hace más minúscula e improbable, de una sola clase.
Pero como no asentimos un enfoque metafísico, no podemos admitir la idea de que aquello sea imposible.
Probablemente en su tiempo Aristóteles supuso que la esclavitud no
sería abolida nunca jamás ya que, como sostuvo en muchas obras suyas, era
de carácter natural, pero la historia, unos cuantos siglos más tarde, lo
refutó.
Burguesía y proletariado
La burguesía, debido a su inhumano operar, produce la clase proletaria. Cuando la clase proletaria toma conciencia de sí, de su facticidad, lucha y se da la famosa lucha de clases.
Siempre ha habido luchas de clases, desde el comienzo de la historia este conflicto ha estado presente, es la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel; es lo que hace avanzar a la historia, es, en suma, su motor.
Pero como la miseria a la que ésta, la clase proletaria, se ve sometida es en realidad escandalosa, tiene la gran posibilidad de anular las clases definitivamente.
Esto, desde un punto de vista científico, positivista, sería debatible, pues no hay forma, sin recurrir a la arbitrariedad, de demostrar que tal cosa pueda ser de tal modo y no de otra manera.
Ello pondría fin de una vez por todas a la larga lucha de
clases. El éxito estribaría en la objetivación de una sociedad
sin clases: el comunismo.
El capitalismo es el origen del mal y de todas estas alienaciones |
e) La alienación económica
La alienación más básica de todas es la económica. La posibilidad de vivir humanamente depende de si el hombre, gracias a su actividad práctica y teórica, puede humanizar la naturaleza.
Como sabemos, mediante su trabajo, en comunidad, se hace hombre. El capitalismo con su explotación nefasta ataca activa y positivamente a este proceso antropológico primario.
El capitalismo y su principio de propiedad privada, como también creía Jean-Jacques Rousseau, es el origen del mal y de todas estas alienaciones, por otro lado se ve francamente atacado el proceso humanizador del hombre.
Las condiciones capitalistas implican el trabajo alienado, el sujeto es desposeído. Entre más trabaja, irónicamente, más pobre material y espiritualmente se vuelve.
Mientras exista positivamente el capitalismo habrá pobres en el más alto
grado y minorías extremadamente ricas ya que los pobres son, por su
situación objetiva en el mundo, la condición de posibilidad del sistema
económico capitalista y de la clase burguesa.
La alienación del trabajo se da de cuatro maneras. En primer lugar, se da respecto del producto del trabajo; éste se convierte en un producto alienado y al trabajador se le es quitado, su producto se le pone a él de forma hostil, ya no es un medio para humanizarlo, sino más bien un instrumento para explotarlo y, por consiguiente, des-humanizarlo.
En segundo lugar, la alienación del trabajo se da respecto del trabajo. Hay alienación en el proceso mismo de producción; se muestra en la exterioridad del trabajo; es forzado, no realiza al obrero, por el contrario, lo des-realiza, lo niega, lo convierte en una determinación más del capital.
En tercer lugar, se aliena el hombre respecto a la naturaleza ya que aquella se convierte en un medio con el que ya no es asequible ninguna relación vital.
En cuarto lugar, se aliena el hombre respecto a otros hombres. Como se
divide, cosa que no es beneficiosa, a la humanidad en dos grandes clases
antagónicas, en cuya relación una se aprovecha de la otra y, como es
natural, vive de su muerte.
La crítica de Marx al capitalismo no es por cuestiones de injusticia a la hora de la distribución, sino más bien porque el trabajo, que es lo que le permite en realidad al ser humano alcanzar su ser verdadero, se transforma —históricamente, pero sus apologistas, los metafísicos, naturalizan tal evento— en alienación y violencia porque los medios de producción son propiedad de unos pocos que, sin consideración alguna, oprimen, de la manera más canalla, al resto.
Esto, sin embargo, debe de ser así, pues de ello depende la futura
revolución que dará finalmente una nueva sociedad sin clases, un estado
verdaderamente democrático y, por consiguiente, una ética y una moral
inquebrantables, en fin, un hombre y mujer nuevos.
La antropología de Marx está presente sin duda en toda su crítica filosófica y, en cierto modo, depende de ella. Para Marx, el hombre es un ser de necesidades y capacidades que se ejercen y se cumplen en el trabajo, su naturaleza, por así decirlo, consiste en crear para los otros y poner su trabajo al servicio de la especie humana.
Mas cuando se le roba el fruto o la consecuencia du su trabajo de la forma más sigilosa y cínica, ya que el capitalismo sólo se le paga la capacidad de trabajo, pero no su trabajo vivo, que es la condición de posibilidad del sistema capitalista y, por lo mismo, de la clase burguesa, entonces necesariamente se produce la alienación del hombre.
Despojado, como lo hace el capitalismo con el obrero, que lo reduce a una
mera determinación del capital, del verdadero significado del
trabajo, el ser humano se pierde a sí mismo.
Marx, como sabemos, auguró, dado que creía sinceramente en la fórmula dialéctica de su maestro pero puesta sobre los pies, el fin del capitalismo por su propio dinamismo interno y por sus propias crisis cíclicas.
Pero para destruirlo de una vez por todas, hay que poner en marcha la violencia más bárbara si es necesario, violencia que reside naturalmente en el seno del proletariado—su banco está repleto de toda clase de indignidad— quien, en virtud de una necesidad histórica, representa a toda la humanidad.
Este acto tiene como telos cardinal suprimir los medios de producción y la propiedad privada en favor de su socialización. El comunismo es, en simples palabras, la apropiación real del hombre (ser humano) por el hombre y para el hombre.
En el comunismo finalmente el hombre, después de tanto tiempo de estar perdido, se recupera a sí mismo, vuelve a ese paraíso perdido al que un día perteneció, pero que debido a necesidades históricas, no naturales, se descarriló o se perdió.
En él coinciden la necesidad y la satisfacción, no como en el capitalismo
bestial que pone como amo y señor el valor de cambio sobre
el valor de uso; es, en definitiva, el sentido de la historia.
¿Qué hacer para superar estas enajenaciones?
Para eliminar la alienación económica, Marx propone la abolición de la propiedad privada de los medios de producción; para superar la social, propone un estado de cosas u orden social sin clases.
Para eliminar la política, es requerido abolir los estados y convertir al mundo en la única patria, universal; para terminar con la alienación religiosa es preciso que se prolifere el rechazo uniforme y generalizado de todo tipo de religiones y toda trascendencia, que es una pura ilusión, nada más.
Es importante señalar que todo esto sólo se logrará cuando realmente el pueblo y la clase obrera estén indignados y quieran vivir de otra manera, pues, como sabemos bajo los criterios del capital no hay esperanza.
Al final del túnel capitalista, a pesar de que se presente o se
exhiba como el más factible, no hay luz, sólo muerte.
Bibliografía
Luijpen, W. (Wilhelmus)., Koren, H. J. (1969).A first
introduction to Existential phenomenology. Pittsburgh: Duquesne
University Press.
Luijpen y Koren. (1971 ). Religion and Atheism . United States:
Duquense university.
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