La verdad ontológica es para Platón algo originario. |
1.
2. La verdad lógica y ontológica
3.
4. Fuente de la verdad
5. El alma
6. La teoría de la reminiscencia
La verdad en Platón
Pues bien, la verdad puede ser considerada como una propiedad del pensamiento por un lado y, por otro, de nuestro lenguaje, entendida aquella en este sentido se estaría refiriendo ciertamente a la verdad lógica, que fue precisamente a la que más atención dio Aristóteles.
Es cierto de que estaba consciente de la definición que más tarde daría
Aristóteles, de que la verdad es lo que es, pues en alguna forma él rosó
dicha dilucidación, pero no la delimitó tan clara como aquel, no estaba
muy interesado en aquella.
La verdad lógica y ontológica
La razón de ello es simple: es la verdad ontológica a la que él prestó mayor atención. Para Platón, el ser es verdadero en cuanto es como debe ser, en cuanto se ajusta a su naturaleza. Por esa razón es posible decir que hay hombres falsos y verdaderos, dinero falso y dinero verdadero. Es evidente que es a la verdad ontológica, no tanto la lógica, a la que se dedica con mayor esmero.
A Platón le precisa hacer la distinción entre el ser verdadero y el ente, la apariencia; el ente, por su condición accidental, no puede ser lo verdadero puesto que se encuentra a mitad entre el ser y el no ser. La verdad ontológica es para Platón algo originario.
Para él, el ente no se asemeja a su idea, aquella es perfecta.
La idea misma es lo absolutamente verdadero y, dado que ésta es la
única que es verdadera, esta es su verdad ontológica.
Para que algo sea verdadero tiene que ser inmutable e idéntico a sí mismo. Por tanto todo aquello que puede ser considerado como verdad tiene que ser eterno o, en palabras más fáciles, intemporal.
Esta forma de ver la verdad ciertamente ha tenido por siglos gran
preeminencia en el mundo occidental, y de alguna forma sigue teniendo
algún influjo y vigencia aunque sea de manera inconsciente en esa región
del mundo.
Platón fue un continuador y un solucionador de problemas filosóficos
planteados por los filósofos que dominaron el mundo filosófico antes que
él. Por ese motivo, para tener una noción más adecuada del concepto de
verdad en Platón es preciso tener algún conocimiento sobre la filosofía de
Sócrates y, en cierta medida, de Parménides.
La ciencia fundamental para Platón
La
matemática se convierte para platón en el ideal de ciencia, que
debe ser el paradigma o la ciencia general, tesis con la que suscribe
plenamente Descartes, Espinosa y Kant más tarde. En ese
sentido alcanzar lo idéntico consigo mismo es la auténtica ley fundamental
y la naturaleza de lo verdadero. Lo verdadero es todo aquello que se
comprende clara y distintamente o lo unívoco.
Fuente de la verdad
Platón se pregunta si los sentidos constituyen el origen de la verdad o la fuente de toda verdad. Al hacer un análisis, concluye que esto no es posible. El mundo sensible extendido o desplegado en el espacio y el tiempo no es la fuente propiamente dicha de conocimiento puesto que la percepción sensible es insegura y no da un conocimiento totalmente verdadero.
El sentido de la vista por ejemplo nos engaña muy a menudo, si vemos un
objeto desde una distancia considerable lo vemos de un modo, sin embargo,
si nos acercamos se nos presenta de otra forma y si tenemos un microscopio
lo suficientemente potente el objeto se tornará irreconocible.
Parménides ya había alertado acerca de no confiar en demasía en la percepción sensible, también lo hicieron los sofistas que concibieron la realidad de manera relativista y en esto Platón mismo suscribía con ellos.
Si el mundo sensible es devenir y continuo movimiento, en él todo fluye; como es sabido, él conocía muy bien esta tesis de Heráclito la cual dejó estelas muy profundas en su pensamiento.
Ahora bien, si todo fluye es imposible alcanzar verdad alguna, menos
ciencia, pues la verdad implica lo fijo e identidad consigo misma. Los
sentidos sólo son materiales para el conocimiento pero no establecen en
rigor un conocimiento formal.
El alma
Dado la naturaleza del alma, se mueve hacia lo puro, lo incambiable, lo inmortal y lo siempre idéntico, es por ello que la fuente de ese conocimiento debe buscarse en lo profundo del alma.
Por eso Platón después de una reflexión muy seria concluye
que la fuente de la verdad reside únicamente en el espíritu.
Una vez se accede a ese terreno de la verdad, se libra del error y se
permanece en la luz. Buscar la verdad es querer estar fuera del
error.
Pero el alma no tiene que preocuparse por llenarse de toda clase de conocimientos puesto que todos los conocimientos necesarios para alcanzar la plena realización de un sujeto están en su misma estructura, es algo constitutivo a su ser.
Las ideas fundamentales del ser están en el alma. Por ejemplo, la idea de lo duro, de lo grande, de lo pequeño, de lo bueno, de lo justo y muchas otras están en ella. Estas ideas son inmutables y perfectas nunca cambian y se las ha llamado ideas innatas, a priori o verdades ideales.
Es por esa razón, por ser sencillamente lo único seguro para fundamentar el conocimiento cierto, que Platón se consagra a la reflexión de las verdades a priori y de los conceptos ideales.
La teoría de la reminiscencia
En efecto, Platón es el que mejor desplegó esta teoría, —de la que
según se dice ya había ciertos antecedentes—, de manera más clara;
según esta conjetura todos los contenidos del espíritu están presentes
en él y que lo único que los hombres y mujeres deben hacer para actualizarlos es recordarlos, pues debido a la percepción sensible los han olvidado. En palabras más
simples conocer es, por fácil que parezca,
recordar.
Platón sostiene que las puras ideas las hemos contemplado en la preexistencia del alma en compañía de los dioses y que ahora que nos movemos en las regiones de la apariencia y lo fundado no las recordamos más.
Las percepciones sensibles en el espacio y el tiempo limitan nuestra capacidad de alcanzar las verdades eternas, por eso es que las hemos olvidado y no nos acordamos.
Ellas están en nuestro espíritu por eso a él le interesaba mucho los
conocimientos apriorísticos y ejemplares del espíritu, es esta capacidad
de contemplar estas verdades lo que pone por encima a el hombre de la
realidad espacial y temporal.
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