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1.Bukele: ¿enemigo de quién?
2.La idea de cambio
3.¿A quién representa?
4.El marxismo, ¿la única alternativa?
5.¿Enemigo de la burguesía salvadoreña?
6.El objetivo de Bukele
Bukele: ¿enemigo de quién?
Muchas cosas en el
terreno político de El Salvador se me presentan, en este momento, en gran
medida muy oscuras, no obstante hay algo que tengo bastante claro como el
resplandor de un medio día: Nayib Bukele es, ante todo, un enemigo de la
izquierda salvadoreña y de toda forma de pensamiento revolucionario o de
naturaleza progresista. No lo ocultaré: mientras escribo estas líneas,
indignado en un grado que roza casi lo
insano por lo que ocurre en el mundo político de nuestro país, se me viene un torbellino
de ideas sin coherencia, sentido y unidad; trataré, en todo caso, de encontrar
la forma de decir algo útil.
Pues bien, cuando
finalmente, después de mucho tiempo de ser oposición política, el FMLN llegó
por la vía democrática a controlar el órgano ejecutivo, gracias a la potente campaña
política montada con pretensiones puramente ganadoras, y se posicionó como ente
hegemónico en el campo político salvadoreño, muchos, —los mismos que hoy
celebran la defunción de ARENA y el FMLN—, celebraron con toda clase de vítores
la muerte de ARENA y su posterior sepultura que, a las alturas del 2020 aún
sigue pendiente.
La alegría fue
inmensa, no era para menos, después de tanto tiempo, al fin, se presagiaba una
tenue luz en el horizonte dominado hasta ese entonces ampliamente por la más
apabullante angustia y desesperación, fue precisamente la idea de “cambio” la
que motivó a toda aquella masa menesterosa y eufórica a optar por un partido de
izquierda para que, gracias a su praxis revolucionaria, brindara una posible
solución a la mayoría de los problemas
más graves que, con los presidentes de derecha, solo se acrecentaron; lo que se
celebraba era la victoria definitiva del pueblo –la misma que hoy se celebra—,
el supuesto.
Y no era para
menos la gente se sentía parte de ese cambio político e ideológico, las
expectativas eran extremadamente altas y las exigencias no menguaban en su
estatura. Lo que se esperaba era básicamente un cambio verdadero, el cese por
lo menos del nepotismo o amiguismo, la rendición de cuentas de los funcionarios;
en fin: políticas que estuvieran libres de la siempre operante práctica de corrupción
y encaminadas a aumentar la vida subjetiva y objetiva y no sólo la vida
subjetiva, sino la vida digna de toda la población en todas sus dimensiones.
La idea de cambio
Con Mauricio Funes
a la cabeza del ejecutivo, a pesar de ciertos logros políticos innegables esta
noble ilusión, que se formó debido a las múltiples promesas que realizó en
campaña, se vio relativamente trastocada, esa ilusión de un cambio verdadero
parecía ser, después de todo, más remota de lo que se conjeturó al principio.
Sin embargo, la ilusión era tan grande como la misericordia de Cristo que, a
pesar de las irregularidades y señalamientos de posible corrupción en su
gobierno, permaneció intacta, como la de un amante verdadero. En poco tiempo
era imposible llevar a cabo una transformación total, se decía. Precisamente
esa ilusión de llegar a concretar y objetivar ese cambio tan anhelado por todos
fue lo que le posibilitó a Sánchez Cerén lograr convertirse en presidente. Al
final de su mandato, se concluyó — y esto debido en gran medida a la
caricaturización que el actual presidente hizo de su desempeño como mandatario—
que ese cambio mediante una política izquierdista era una mera quimera; una
ilusión que, con ese partido desorientado, no se lograría materializar. Bukele,
gracias a su astucia para vender sus ideas a los ilusos e incautos, devolvió
dicha ilusión a una masa deprimida y renuente a creer en alguien o algo.
¿A quién representa?
Después de haber
observado su polémica con el partido y su posterior desvinculación de dicha
institución, su campaña feroz para desprestigiar cualquier institución que no
sea afín a su ideología política, y, principalmente, su desempeño como
presidente, se puede determinar una cosa: que él es un hombre completamente
ajeno a los ideales fundamentales que rigen a una verdadera revolución; no
queda la menor duda que es un conservador, amante del principio de identidad, y
un hombre incapaz, debido a la clase social a la que pertenece y representa, de
llevar a cabo un proyecto que sea plenamente revolucionario. Es necio esperar
manzanas de un árbol de limón, no para la lógica cristiana.
La función del estado no debe circunscribirse
solamente a fortalecer instituciones como la policía, el ejército y las
delegadas de impartir la justicia como los juzgados, tribunales, cárceles. Debe
combatir a la pobreza de manera frontal y sin piedad, es una tarea propia del
estado a pesar de que ello implique una carga fiscal injusta para aquellos
buenos burgueses que obtuvieron ilegal e ilegítimamente sus bienes objetivos. El
estado debe meter su cuchara en el plato de la burguesía para proporcionar algo
de pan a los pobres, el asistencialismo en último término constituye un insulto
a la dignidad del ser humano.
El marxismo, ¿la única alternativa?
Desde mi punto de
vista, debatible como todo juicio de
valor humano, la única forma de solucionar los problemas más acuciantes que afronta
la clase trabajadora y la sociedad salvadoreña en general es a través de un proyecto plenamente marxista, sin ello,
una transformación genuina, como se ha visto hasta este momento, no es posible.
Como es evidente ARENA no es una institución política que suscriba con lo ya
mencionado. El frente hizo lo que pudo,
pero su proyecto no era plenamente marxista y estaba muy lejos de los
principios revolucionarios más elementales.
La razón por la
que sólo una visión marxista puede ofrecer un horizonte más esperanzador a
nuestra sociedad es bastante simple: es la única postura científica,
filosófica, política y ética que no saca al ser humano del horizonte, es la
única que no acentúa la prioridad en el objeto sino en el sujeto; es la única
que reconoce que el trabajo vivo es la fuente creadora del valor y que el ser
humano posee una dignidad impagable; y, además, la única que fustiga toda forma
de fetichismo.
¿Enemigo de la burguesía salvadoreña?
Éste presidente,
oportunista y de una bajeza inefable, es un hombre que sabe sacar provecho y explotar
políticamente todo lo que le rodea. Explotó, como bien es sabido, al FMLN,
explota a su mujer, a su hija, a sus amigos, e incluso se explota a sí mismo
vendiéndose como una mercancía de gran valor, pero en realidad está lejos de
ser de lo que dice ser. Los conceptos vulgares que vende a las mayorías
resentidas y con los que ha alcanzado gran popularidad son tan ordinarios y tan
cursis que sorprende el impacto que han causado, suena ridículo escuchar a
gente diciendo “los mismos de siempre los”, “1000 veces malditos”, “los
enemigos del pueblo” y muchos otros conceptos de análoga naturaleza; la propaganda
que ha montado, y que le ha rendido bastante éxito, es difundir masivamente la
idea de que el FMLN y ARENA son, en este momento, lo mismo. Esto sólo se lo
traga un simplista, la realidad no es así. Podrán coincidir en algunos aspectos
en esta encrucijada en la que se encuentran, pero esencialmente no son lo
mismo.
Su ataque vehemente
a ambas instituciones ha hecho creer a muchos, inclusive a exguerrilleros, que piensan
que él es un enemigo declarado de ARENA y, por tanto, de la burguesía así como del
frente y que su ataque a dichas instituciones obedece a una genuina intención,
pero ¿es esto cierto? ¿En realidad la intención de Bukele se circunscribe
solamente a destruir sistemáticamente a esos dos partidos? Pero al parecer a él
le es fácil trabajar con ex-areneros y exguerrilleros. ¿Es coherente su
discurso o es un mero pragmatista romo que cambia de discurso cuando la
situación lo amerita o se le sale del control?
El objetivo de
Bukele
Bukele ha
demostrado en reiteradas ocasiones que no es un revolucionario, eso es evidente
y es algo que ninguna persona con sus facultades operando correctamente puede
poner en tela de juicio; y aquí despliego mi tesis: La intención suya y la de la
nueva burguesía que se va a erigiendo sin obstáculo serio a su paso en nuestro
país es la siguiente: destruir a la izquierda y el pensamiento marxista en
general. No es al FMLN en último término al que quieren destruir Bukele y la
nueva burguesía pujante, ese partido con su operar escasamente revolucionarios
se suicidó, su propósito es más ambicioso: destruir de raíz toda forma de
pensamiento revolucionario y, por lo visto, debido a la inocencia de muchos
resentidos y pedantes analistas izquierdosos lo está logrando, además muchos
excombatientes, que hoy en día solo son una triste vergüenza para la causa
revolucionaria, están cooperando de manera activa para que tal fin se
manifieste plenamente. De hecho a estos excombatientes alienados les tengo una
propuesta, hagan patria: dejen de exteriorizar tanto odio en contra de la causa revolucionaria, no hagan más el ridículo con sus opiniones pueriles y traidoras.
El FMLN, junto con ARENA, se dedicó, durante los periodos que gobernó, a crear una masa de creyentes
políticos y no se preocupó en absoluto en la creación de un sujeto plenamente político
y revolucionario, consciente de su accionar y de su proceder y, por lo mismo,
capaz de advertir las hienas medio neoliberales y medio neofascistas. Este
presidente, que sabe explotar todo lo que se le aproxima; no ha dudado en
ningún momento en explotar el resentimiento y la impotencia de esa masa indeterminada,
creyente y fanática. Lo que muchos sabiondos no han advertido es que es a la
izquierda a la que se quiere eliminar, pues es el único pensamiento crítico que
puede realmente servir de piedra de tropiezo en los pasos del actual movimiento
político de Nuevas Ideas, corriente populista en el más alto nivel, Bukele intenta
de manera sutil y a veces explícita de reducirla a un montón de cenizas, el
burgués medio neoliberal y medio neofascista está ganando demasiado terreno y
adeptos. Una prueba de ello es ver como muchos jóvenes en nuestro país se están
volviendo tan retrógrados, en sus redes sociales comparten publicaciones tan reaccionarias
que superan por mucho al conservadurismo de los areneros; en el futuro serán
incapaces de abrazar algún tipo de utopía. El horizonte, no les miento, es
tétrico para la izquierda en nuestro país.
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