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Observaciones preliminares
Antonio Gramsci (1891-1937) fue un político y filósofo Italiano, que sufrió en carne propia los perjuicios del fascismo. De joven estuvo muy interesado en lingüística y filología por lo que se decidió, obedeciendo a los impulsos más nobles de su espíritu, estudiar en la Universidad de Turín, sin embargo su consagración secular al ámbito político no le permitió terminar sus estudios superiores. Él formó parte de los fundadores del Partido Comunista Italiano. Es considerado por muchos, no gratuitamente, como uno de los intelectuales marxistas más notorios del pasado siglo. Sus trabajos teóricos, de ruptura con los moldes escuetos, y su pensamiento tiene mucha vigencia; la verdad es que:
su obra ha ido más allá de su tiempo y ha influido en las siguientes generaciones; podríamos decir que incluso está de moda. Se recurre a él en la universidad por parte de multitud de intelectuales que pretenden dotar de base científica y una óptica social sus trabajos; en mítines políticos y sindicales, donde con frecuencia se lo menciona entre los líderes de Podemos o Más País; en análisis periodísticos, etcétera. Se publican biografías sobre él o sobre su familia y surgen nuevas recopilaciones de sus textos. Aparece además, desde su muerte hasta la actualidad, mencionado en espacios ideológicos tan dispares como antagónicos: eurocomunistas, socialdemócratas, liberales, comunistas, reformistas, anarquistas, conservadores (Grupo Akal, 2020).
La importancia de Gramsci en el mundo académico es irrefutable. Pero su
importancia y su vigencia quizá no resida en eso; su filosofía es práctica,
no se pierde en abstracciones vacuas. Como sabemos “el análisis teórico para
Antonio Gramsci se pone al servicio de la acción política concreta que
permita captar, en cada momento, el problema central y actuar en
consecuencia” (Iglesias, 2020).
En este corto ensayo me gustaría aproximarme en pocas líneas al concepto
de hegemonía ideológica de este eminente filósofo. Es verdad que se ha
escrito un sinfín de trabajos teóricos sobre Gramsci, y pues yo, siguiendo
el buen ejemplo ajeno, quiero sumarme, sin pretender mayor alcance, a ese
noble esfuerzo de proliferar los grandes conceptos de los grandes
pensadores, en este caso el de un neo marxista.
1. La ideología en Marx
Es, sin duda, Marx el primero en plantear sistemática y rigorosamente el
concepto de ideología, su análisis exhaustivo de ese concepto lo realizó
en la Ideología Alemana, a la cual define como a una falsa consciencia,
una suerte de mecanismo de ocultamiento y negación de la desigualdad
positiva y de la explotación del capitalismo; en suma: la clase poseedora,
la burguesa, la clase más salvaje y sanguinaria de todos los tiempos,
intenta, mediante ciertos mecanismos ideológicos, persuadir a la clase
proletaria que sus rastreros y particulares intereses son de
carácter universal, y, por lo mismo, deben ser aceptados como naturales
por aquella, aunque en la práctica la alienen y la
deshumanicen. Pero a pesar del alcance teórico que su trabajo
representó y encarnó fue demasiado limitado, en consecuencia, el término
adquirió un significado demasiado peyorativo; limitación que Gramsci, sin
ser infiel al pensamiento revolucionario, señaló y se propuso, con éxito,
a superar. La clase burguesa, como sostuvo Marx en el prólogo de la
Crítica de la Economía política, controla la infraestructura, o la base
material, y, por ese motivo, crea una superestructura, un edificio
jurídico político, que, gracias a su poder económico e ideológico para
distorsionar la realidad en sus aspectos más objetivos, controla a la
clase trabajadora. Esta problemática, que afecta directamente los
intereses de la clase proletaria, su mundo interno y externo, no puede ser
zanjada por las buenas. Para cambiar este último, ese sistema asqueroso e
inmundo, para que haya revolución social, la clase obrera, el a priori
fundamental de la clase capitalista, tiene que levantarse de forma unida y
substraer el control de los medios de producción, cuya posesión les
faculta configurar la subjetividad obrera, de la clase capitalista. Sin
embargo, esto, por noble o verdadero que sea, no ha superado la categoría
de postulado teórico, algo pensable, imaginable y razonable pero, debido a
la complejidad real de la realidad ontológica, imposible de concretar
empíricamente, no ha acaecido en ninguna época totalmente; surge pues la
pregunta ¿por qué, después de todas las luchas revolucionarias y sociales,
no se ha logrado objetivar plenamente esta noble intención
obrera? Gramsci, que fue un hombre de vasta erudición y
de criterio cuántico, advirtió que “el capital controla los medios de producción no sólo por fuerza y por
la amenaza de violencia, sino principalmente por el consenso del pueblo,
un consenso que caracteriza cómo ideológicamente forjado” (McNabb, 2020) Su gran primicia teórica estriba en plantear
que la superestructura, en la que flota la política, la filosofía, la
ciencia y toda representación cultural, no es un mero reflejo de la
infraestructura, sino que, de alguna forma, incide positiva y directamente
en mantener el control del sistema económico que impera en el campo
económico. Es claro pues que:
los medios de producción —como lo advierte Gramsci— incluyen no sólo el trabajo sino también la información, no sólo fábricas y tierras sino los modos de producir y difundir el conocimiento, los sistemas de educación, propaganda, arte, los medios de comunicación, etc. (McNabb, 2020).
La noción de ideología, sobre todo en los análisis políticos de pensadores
posteriores a Marx tales como Lenin y el filósofo marxista Georg Luckács, es
contrarrestada y adquiere un sentido mucho más amplio. El problema de Marx
es que, ingenuamente, criticaba y desenmascaraba a la ideología dominante
sin considerar su propia situación social, que su crítica era así mismo
ideológicamente formada, desarrollada desde los dominios del capital y desde
una perspectiva anti capitalista.
El cuerpo teórico de Gramsci es enorme, sólido y potente, pero de todo ese
cuerpo, la médula, el concepto más significativo en el pensamiento de aquel,
es, no solo por su popularidad sino que además por el oxígeno que suministró
al mundo teórico marxista, el de la “hegemonía ideológica”.
2. Hegemonía ideológica
Cuando pensamos en hegemonía, lo primero que se nos viene a la mente es
algo completamente negativo, se piensa quizá en una especie de dominación
monstruosa, policial, donde una parte es reprimida violentamente. Definamos
pues este término más en rigor:
Hegemonía se refiere a la dirección suprema, la preeminencia o el predominio de una cosa sobre otra. Más usualmente se emplea en un sentido político para designar la supremacía de un Estado sobre otro u otros. El vocablo —para considerarlo en su raíz etimológica— proviene del griego ἡγεμονία (hegemonía), que significa ‘dirección’, ‘jefatura’ (SignificadosSignificados, 2014).
Pero, ¿Qué es, desde un punto de vista político, el concepto de hegemonía?
Íñigo Errejón nos ofrece una magnífica definición, la hegemonía en su
enfoque:
[Es] ese tipo de poder político que construye una relación en la que un actor político es capaz de generar en torno a sí un consenso, en el que incluye también a otros grupos y actores subordinados. Es decir, un grupo o actor concreto con unos intereses particulares es hegemónico cuando es capaz de generar o encarnar una idea universal que interpela y reúne(a) no sólo a la inmensa mayoría de su comunidad política sino que además fija las condiciones sobre las cuales quienes quieren desafiarle deben hacerlo. No se trata sólo de ejercer un poder político sino además hacerlo con una capacidad de hacerlo incluyendo algunas de las demandas y reivindicaciones de los sentimientos y sentidos políticos de grupos subordinados despojándolos de su capacidad de cuestionar el orden hegemónico liderado por el actor hegemónico que lo dirige (democratica, 2014).
El concepto de hegemonía hace alusión básicamente a una clase, grupo o
colectivo que está, en virtud de su éxito y aceptación social, por encima de
otro y, desde su podio, impone, sin necesidad de desplegar sus dispositivos
de coerción, un sistema de significados con el fin de definir según sus
propios criterios los diferentes ámbitos que constituyen la realidad social,
a saber, dada su hegemonía tiene el poder para imponer una cosmovisión que
se ajuste a sus intereses ideológicos.
Una acción propiamente política se puede considerar hegemónica si cuenta
con el apoyo de la mayoría, necesita el consenso de aquellos. Si
esto no se logra satisfactoriamente, entonces será imposible objetivar un
determinado proyecto o una acción política hegemónica. No es que la clase
política y dominante carezcan de fuerza, violencia y poder suficientes para
controlar a la clase dominada, sí cuentan con suficientes mecanismos de
represión para destruir a los rebeldes, el problema estriba en que llevarlo
a cabo no es empíricamente beneficioso para ellos e implica un desmedido e
innecesario esfuerzo para objetivar un determinado proyecto político. Lo más
factible e inteligente resulta ser ganarse su aprobación, sin prodigar una
sola preciada bala en la cabeza o en otro segmento del cuerpo de un
sedicioso insubordinado. Sin embargo, como sabemos, el Estado no ejerce
mayor fuerza policial o sea violencia positiva, sino que le apuesta y con
éxito a otra fuerza: la del consenso. Esta fuerza, negativa, no se nutre de
la violencia positiva que despliegan los soldados y jueces, sino de
instituciones sociales, configuradoras de subjetividades a gran
número; un ejemplo de ello es el sistema de instituciones
religiosas, los sindicatos, las escuelas, a saber, todas aquellas
instituciones que forman los criterios o normas a seguir por la sociedad
civil. Estas instituciones, con sus diferentes enfoques, nos inculcan una
forma de concebir el mundo equilibrado y que no afecte o ponga en peligro el
buen funcionamiento del orden vigente impuesto por la clase en el poder,
ellas justifican y “naturalizan” la hegemonía del bloque dominante. Cuando
finalmente se da el consenso, entonces surge una suerte de fuerza que
unifica y ata las diferentes subjetividades para que éstas en consecuencia
acepten y marchen en torno al proyecto histórico, oportuno y fortuito.
Ahora bien surgen dos interrogantes, ¿qué es ese consenso? y, además, ¿cómo
se alcanza tal consenso? Este consenso en palabras sencillas constituye la
base o el fundamento que permite el correcto funcionar de un proyecto
político o económico. Es el que permite el equilibrio y el orden. Por
ejemplo, para que el sistema económico capitalista sea hoy en día hegemónico
dentro del campo económico, mejor dicho amo y señor, existe en la sociedad
un acuerdo más o menos general que éste sistema económico, con sus virtudes
y defectos, es, a posteriori, el mejor y más viable para todos. La clase
dominante, que ostenta el poder positivo institucional, podría fácilmente,
empleando ciertos mecanismos de represión, obligar a la gente a involucrarse
y participar en la consolidación y éxito de dicho sistema, pero eso sería
muy dispendioso y la sociedad en conjunto se vería en una situación
extremadamente tensa y la cohesión que alcance será muy frágil. Resulta
mucho más práctico e indoloro si la mayoría acepta por las buenas los
diferentes sistemas que constituyen la totalidad de la realidad
social.
La sociedad, en toda época, tiene un conjunto de valores morales, mitos e
imágenes-fuerza que fraguan su carácter en una especie de ethos general;
este es “un ethos que se percibe de la misma forma que un individuo, viéndose en
el espejo, ve cierto tipo de persona” ” (McNabb, 2020). En ese sentido el consenso se logra cuando “la clase dominante toma ciertos aspectos de esa imagen y los manipulan,
resaltando ciertas cosas y reinterpretando otras de modo que los dos
queden tan bien el uno al otro como el anillo al dedo” (McNabb, 2020).
Gramsci y la religión cristiana
Uno de los fenómenos culturales más dañinos y potentes en la manipulación
ideológica es, por su naturaleza dogmática y alienante, la religión. Él
pone como ejemplo la iglesia católica cuyo credo y código moral son en
esencia conservadores, es una institución enemiga de todo cambio, suscribe
completamente con el principio de identidad, aunque lo niegue. Gramsci no
desprecia la religión como un fenómeno ya superado por la razón, es una
fuente de inagotable alienación por ello es preciso prestarle la debida
atención. También analiza el terreno protestante. Esta ideología tiende a
enfocarse más en la individualidad. Por esa razón:
Ahí vemos el acento puesto en el individuo, en llevar una vida de abnegación y auto-control, lo cual implica una represión de energías psíquicas y corporales a favor del trabajo, cuyos frutos constituye una señal de que uno está en el favor de Dios” (McNabb, 2020).
Ambas ideologías religiosas, concluye Gramsci, despolitizan al obrero y
lo dejan frágil y débil a la hora de contrarrestar los embistes, bajo la
forma de violencia negativa, del sistema económico capitalista.
La naturaleza de la hegemonía
La hegemonía es un proceso, que debido al carácter versátil, insumiso en
ocasiones y complejo de las sociedades humanas, inacabado. Si bien la
clase dominante quiere naturalizar, mediante la colaboración de las
instituciones civiles, religiosas y la fuerza de los medios de
comunicación, su cosmovisión; los grupos dominados y anti-hegemónicos,
empero, —cuya manifestación positiva se advierte, no únicamente en eso, en
las huelgas, las canciones de protesta y la literatura— están dispuestos a
resignificar y repensar su realidad siguiendo otros paradigmas, que se
ajusten a sus necesidades, deseos y expectativas. Por ello, sostiene
Gramsci, siempre habrá luchas y rupturas en la sociedad. Con esto
demuestra Gramsci que es marxista de cepa, pues el principio fundamental
del marxismo es que afirma la existencia del cambio y no suscribe en
absoluto con el principio de identidad. Sin embargo cuando ésta hegemonía
dominante peligra, cuando se halla al borde del despeñadero, hace
explícita su verdadera esencia, manifiesta su violencia positiva, es pues
claro que el orden aparente, que pretende desafiar la variable de cambio,
es solo una fachada repleta de ilusión, inmediatamente al sentirse
desafiada de una manera real por los grupos anti-hegemónicos manifiesta su
esencia, a saber, su violencia, pues todo orden que suscribe con el
principio de identidad y absolutiza y diviniza a la hegemonía dominante
vigente es, por definición, violento;
éste tiene como fundamento la violencia y como apariencia
la paz o mejor dicho el orden. En fin la hegemonía es un proceso
“histórico, coyuntural y eventual” (Dussel, 2006 , pág. 53).
En conclusión, la ideología para Gramsci adquiere un papel cardinal ya
que aquella juega un rol determinante en la dominación y determinación
política de un pueblo. Pero a diferencia de Marx, gracias a su ingenio
filosófico ve más allá que aquel, la ideología no es una simple
distorsión, una deformación de la realidad en sus aspectos más objetivos
como sostuvo Marx en la Ideología Alemana publicada en 1932 de la que por
lo mismo habría que apartarse, pues todo lo demás que no se ajuste al
socialismo científico es pura ideología, pero su análisis es inadecuado
pues el mismos está indudablemente bajo alguna cierta ideología. La
ideología constituye, pues, un elemento sistémico en la conformación y
marcha del Estado y la sociedad.
Bibliografía
democratica, g. (8 de agosto de 2014). Parte I Entrevista a Iñigo
Errejón "Hegemonía, Estado, cambio e irreversibilidad". [Obtenido
de Arcivo de Video] Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=gIDNJkA5dc
Dussel, E. (2006 ). 20 Tesis de política . México: Mexico:
Siglo XXI.
Grupo Akal. (16 de 10 de 2020). Antonio Gramsci. Una biografía y
una lectura de sus textos. Obtenido de Nocierres los Ojos:
http://www.nocierreslosojos.com/author/admin/
Iglesias, E. S. ( 23 de 02 de 2020). El pensamiento gramsciano
ante el cambio social contemporáneo. Obtenido de CTXT:
https://ctxt.es/es/20200203/Firmas/31078/gramsci-fascismo-socialdemocracia-cuestion-meridional-hegemonia-eddy-sanchez.htm
McNabb, D. (28 de agosto de 2020). La ideología en Mannheim,
Gramsci y Althusser. [Obtenido de Arcivo de Video] Recuperado de:
https://www.youtube.com/watch?v=Hx5kRPvKL0s
SignificadosSignificados. (26 de 07 de 2014). Significado de
Hegemonía. Obtenido de Significados:
https://www.significados.com/hegemonia/
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