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La Razón
Para Platón la auténtica felicidad mora exclusivamente en la fría razón y en la contemplación de las verdades eternas, a saber, lo bueno, lo bello; en fin, en los trascendentales. Quienes no controlen sus pasiones y sus más ínfimos apetitos, culpables de toda la miseria interior y, en alguna medida, de la exterior, no serán felices nunca jamás. Es, pues, claro que aun materialista cándido le resultará esto una absoluta sandez, pero es, según Platón, la única manera de adquirir una genuina felicidad.
La materia externa, la físico-química y orgánica, a saber, los cuerpos, las ondas electromagnéticas, las fuerzas nucleares y las ondas gravitacionales de las cuales nos iluminan la biología, la química, la mecánica y la termodinámica, es la que nos rodea, es la que, en alguna medida está a nuestro alcance, podemos, hasta cierto punto, contemplar mediante nuestras facultades sensoriales. A saber, el mundo objetivo y los objetos que lo constituyen, a pesar del grado de la complejidad que puedan tener, son, en comparación con la materia compleja, materia simple.
Por
ejemplo, una roca es simple o un árbol es materia simple pero con mayor
complejidad que la piedra, son simples en el sentido que no representan una
complejidad como lo haría un ave u otro animal salvaje cuyo movimiento está
regido por el dinamismo de sí. En cuanto a materialidad todos somos iguales,
pero en complejidad y subjetividad no es lo mismo.
La materia compleja interna y externa propia y ajena
Nosotros somos materia, pero una materia demasiado compleja; somos materia simple y, además, compleja que abarca la materia de carácter psicológica. Una cosa es cierta: somos un fuera y somos un dentro; y, como sabemos, lo adentro está más en el tiempo que en el espacio. Tenemos una conciencia que nos permite no sólo afirmar nuestra existencia formalmente, pero materialmente mediante el dominio y el sometimiento de las formas de vida inferiores.
Eso pone en relieve la superioridad física y mental del ser humano sobre el resto de los animales y la naturaleza. Pero no sólo existo yo, aunque es la primera certeza que tengo. Que existo, que pienso y que tengo conciencia de mí y de la realidad externa. Pero fuera de mí hay otras conciencias con quienes tengo que lidiar para poder sobrevivir.
A esa realidad consciente fuera de mí es que llamo la materia externa y compleja ajena. Es pues claro que la experiencia de un individuo de la cosa es externa e interna se lleva a cabo en un mundo externo que es uno pero se divide en dos realidades que son: la objetiva y la formal o subjetiva.
La realidad objetiva es la que está constituida por la
naturaleza, a saber, el mundo de los objetos cuya fisicalidad no posee una
realidad que se consuma, como la humana, en su afuera; no posee un adentro que
lo oponga a su fin.
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