miércoles, 17 de diciembre de 2025

Unas palabras a propósito de la metamorfosis

 

Unas palabras a propósito de la metamorfosis


En La metamorfosisKafka no se limita a narrar la caída de un individuo en la monstruosidad; expone, con una claridad meridiana, a una familia que nunca vio verdaderamente a Gregorio, ni antes ni después de la transformación. Al despertar convertido en un insecto gigantesco, no ha perdido su conciencia, ni su capacidad reflexiva, ni su disposición afectuosa hacia los otros: piensa, recuerda, se preocupa, sufre; en lo esencial, conserva intacta la constelación de emociones, afectos, ideas y pensamientos a partir de los cuales su mundo interior ha adquirido coherencia, valor y sentido. 


Esa continuidad, sin embargo, resulta irrelevante frente a la reacción de quienes lo rodean, pues la narración desplaza su centro de gravedad hacia la adaptación progresiva de la familia a la nueva forma del cuerpo, adaptación que se manifiesta como horror, luego como ocultamiento y finalmente como abandono.


No es la forma lo que aterra, no es el caparazón ni la figura grotesca lo que desencadena la catástrofe; es la interrupción de la función, el silencio repentino del engranaje que hasta entonces sostenía el orden doméstico. Gregorio no se convierte en insecto para su familia: ya lo era en la medida en que existía como fuerza de trabajo, como sostén invisible, como pieza reemplazable. Su vida interior pesa menos que el salario que deja de llegar, menos que la rutina que se quiebra. La metamorfosis no crea esta lógica: la vuelve visible. Revela una existencia valorada únicamente por su rendimiento, medida como se mide una herramienta, una escalera, una puerta que se abre o se cierra según convenga. Cuando la función desaparece, el individuo se hunde con ella: pasa de sostenerlo todo a estorbarlo todo, de ser necesario a ser intolerable, como si su mera presencia contaminara el espacio que antes mantenía en pie.


La familia no contempla la tragedia del otro; se contempla a sí misma amenazada. No hay asesinato directo, sino una violencia más eficaz: ocultamiento, evitación, aceptación progresiva de la desaparición. Gregorio se convierte en espectro dentro de su propio hogar. Con la incapacidad de trabajar y sostener económicamente a los suyos, desaparece su valor como hijo y hermano; deja de existir en la medida exacta en que su función social se interrumpe. Kafka muestra así que el ser de Gregorio deja de ser considerado humano no por su forma, sino por haber dejado de cumplir un papel determinado.


La obra revela, de este modo, la estrecha relación entre función y reconocimiento. El protagonista es aceptado mientras sirve; se vuelve intolerable cuando deja de producir y de ajustarse a las expectativas familiares. No se trata de una fantasía grotesca, sino de una lógica social perfectamente reconocible: los vínculos dependen de la utilidad, de la previsibilidad y del rol asignado. 


Leída con atención, la novela obliga a situar la tragedia en la reacción de los otros: el horror no surge del cuerpo transformado, sino de la mirada que convierte al familiar en monstruo y al ser humano en cosa prescindible.


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