sábado, 25 de marzo de 2023

Santos cristianos y nihilismo según Nietzsche



La veneración de los santos en cualquier país es un síntoma de una sociedad enferma que necesita abrazar la vida activa y combatir el nihilismo encarnado por el ideal cristiano. Es necesario hacer ver que la visión de Nietzsche es relevante para comprender la negación de la vida ascendente y la promoción del resentimiento, la falsa conciencia y el ascetismo presentes en la figura del santo cristiano.


Me resulta bastante chocante que muchos individuos salvadoreños se sientan tan orgullosos de tener un santo, Oscar Arnulfo Romero, como si eso sirviera de algo. En El Salvador se necesitan espíritus libres dispuestos a combatir el espíritu conservador del burgués acomodado y del proletario ambicioso, de los que quieren afirmarse desde la compasión y la pobreza de espíritu. Necesitamos individuos que amen la vida y no la nieguen y que no se avergüencen de sus instintos activos. Debemos combatir la vida reactiva en todas sus formas y hacer de ella algo vergonzoso. Una sociedad tan polarizada como la salvadoreña debe ante todo combatir el resentimiento y la mala conciencia. Una sociedad que se conforma con tener santos es una sociedad profundamente enferma, es una sociedad que no merece algo mejor como gobernante que un Nayib Bukele.


Desde la  perspectiva filosófica  de Nietzsche, el santo cristiano se puede considerar   como una manifestación clara de nihilismo, es decir, la voluntad de la nada o de verdad, y una forma extrema de negación de la vida ascendente, a saber, la vida activa, alegre y creadora, que caracteriza a la voluntad de poder. El santo, por su inquebrantable compromiso con la colección de dogmas teológicos y valores morales  del cristianismo, antitéticos de la vida activa, es el que mejor encarna los defectos del nihilismo tales como el  resentimiento, esa venganza espiritual contra los que considera como pecadores; la falsa conciencia, ese sentimiento de culpa interiorizado y que se vuelve contra sí mismo y, además, el ascetismo, la forma más radical de mixtificación de la realidad, ese querer la nada. 


Nietzsche dice en el Ecce Homo que “preferiría ser un sátiro antes que un santo”; su desprecio por la santidad cristiana es evidente; en palabras de Nietzsche: “tengo un miedo espantoso de que algún día se me declare santo”.  El mensaje es contundente: “no quiero ser un santo, antes prefiero ser un bufón”. Pues a su criterio “nada ha habido hasta ahora más embustero que los santos”. A estas alturas de mi vida, como Nietzsche, los santos me parecen repugnantes y no me gustaría toparme con alguno de ellos algún día.



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