sábado, 26 de junio de 2021

La agonía del espíritu: ensayo de una consciencia desgarrada

La agonía del espíritu: ensayo de una consciencia desgarrada

Situación intencional y real


Que hermoso crepúsculo domino en el horizonte. Es una tarde ideal para alimentar mi espíritu jovial. En un atardecer de semejante desborde y derroche estéticos no debería escasear por lo menos una taza de café negro, — que digo, una piscina de ese elixir propio de los dioses reales, los que se parecen en forma y proceder a los humanos, los que perviven en la literatura—, un buen libro, una conversación amena y libre de los telos puritanos, un desenfreno dionisíaco, una película en pareja, un buen cigarrillo, una copa del mejor vino, una cerveza bien helada; en fin: cualquier otra cosa altamente placentera capaz de estimular, y por qué no de alterar, al espíritu.


La posibilidad difícil de la negación


Y sin embargo, contrariando sin querer las disposiciones mismas de la naturaleza, aquí, siéntanme, estoy—hiperindignado— desocupado y comprando como el más vil esclavo, y con mi actividad inconsciente haciendo posible los deseos primarios de un pequeño burgués cuya única motivación se circunscribe a la acumulación desaforada de dinero, o sea, de abstracción. ¡Qué locura! Me deshumanizo cada día y lo peor del caso que conscientemente. Me avergüenzo de saber que estoy humanizando y divinizando cosas, ¡oh, en verdad, cuánta impudicia alberga este espíritu decadente! Me des-realizo cada día para realizar el proyecto vital-ontológico de una naturaleza compleja que no soy yo; con mi vida se pretende dotar de supuesta existencia a los fetiches, esos que me quieren hacer pasar por reales cuando estoy plenamente al tanto de que su naturaleza carece, como muchas cosas erguidas sin razón en el mundo, de importancia intrínseca.


Me reprocho a mí mismo constantemente por no tener el coraje suficiente para abjurar de los dogmas fundamentales y, por lo mismo, repugnantes del capitalismo, del marxismo y de muchos otros ismos; existe otra forma de vida con criterios plenamente humanos lejos de esa lánguida visión puritana, por ejemplo, que pone por encima de todas las cosas al trabajo y al auto-sacrificio con el telos único de lograr la mayor cantidad de acumulación de capital, a saber, de abstracción. Es ésta acumulación frenética lo que supone el sujeto Moderno que le permitirá la salvación a él y a su estirpe en el futuro. Soy franco, me producen náuseas mis amigos incapaces, por lo menos en el nivel teórico, de poner en tela de juicio estos criterios de vida inhumanos, fetichistas, que desfiguran y esquilman su parte más humana: su dimensión espiritual. Me repugnan en grado sumo los países pobres y materialistas y los ricos materialistas. La humanidad misma se vuelve cada día más pobre espiritualmente.


La condición de posibilidad para el capital


Lo confieso: no sólo me esfuerzo para mantener a flote mi proyecto vital, sino que además para hacer posible las más doradas ambiciones de la clase pudiente, —ajenas a mis anhelos plenamente humanos—; si el trabajo que realiza la mayoría de personas estuviera únicamente encaminado a hacer posible su plena realización humana, no dudo que con unas cuantas horas de actividad consciente sería más que justo y necesario. Pero como habitamos en un mundo dominado en su totalidad por criterios más monstruosos, mucha gente tiene que trabajar aproximadamente once horas al día recibiendo una paga que no supera el mínimo; éstos no tienen tiempo para alimentar su espíritu, tienen sed de vivir al máximo, de manera exuberante, tal como lo hicieron los grandes hombres que marcaron con sus actos prácticos y teóricos conscientes la dirección que tomó la historia en la que hoy nuestra          naturaleza compleja se despliega.


Si a una planta sólo se le proporciona agua para ayudar a su crecimiento y se le impide el gozar de la luz solar, seguramente en poco tiempo se marchitará y, en consecuencia, morirá. Pues sin ese elemento, indispensable para alcanzar su estadio más elevado de existencia, ¿cómo va a llevar a cabo la fotosíntesis? Sin ésta le sería imposible capturar la energía de la luz solar para fabricar su propio alimento. Así como la planta no puede vivir al margen de la luz solar, del mismo modo el ser humano no puede vivir sin el alimento espiritual, es la posesión de un adentro con capacidad de negación y afirmación lo que lo distingue de la materia compleja simple y la inorgánica o la puramente mineral; esa dimensión interna es lo que lo hace digno de la libertad y capaz de contemplar la grandeza, la belleza y la profundidad del cosmos a la luz de su consciencia.


Un hombre que no alimenta su dimensión interior es una especie de cuerpo presente, sin misa, rosario y entierro; es un zombie en las Islas Canarias rodeado de perros ingleses, una mera naturaleza en sí compleja pero, por su actividad inconsciente en el mundo, simple. El sistema vigente, aunque exitoso en muchas áreas, que quede claro, no proporciona el alimento espiritual, además, no bastándole con eso, se convierte en un obstáculo pernicioso para el que quiere obtenerlo por su cuenta. Es evidente el porqué, un hombre plenamente humano, a saber, espiritual, será incapaz de aceptar los criterios aberrantes de este sistema inmundo y pestilente.


La miseria espiritual del comunismo


Si el comunismo que se intentó instaurar en los distintos países del mundo hubiera sido plenamente espiritual, tal como lo era el de Marx, seguramente le hubiera dado mayor batalla al capitalismo protestante, enfermedad que se ha prolongado hasta nuestros días.


Las revoluciones hispanoamericanas inspiradas en los nobles ideales, —aunque a veces ingenuos—, de Marx y Engels han sido, en virtud de sus consecuencias prácticas, un completo fracaso, en parte debido a una lectura defectuosa de la realidad y por otra debido a la falta de espiritualidad en el accionar revolucionario mismo. Como consecuencia del craso error de Marx, que consistió en no haber sido capaz de advertir que la dominación política y económica en el futuro sería de naturaleza negativa y no positiva, estos grupos revolucionarios siguieron derroteros que no los pudieron conducir a otro lugar más que al mismísimo fracaso; pues desde el comienzo sus fórmulas estaban desconectadas completamente de la realidad que determina el curso de la historia.


Hoy día es cada vez más escaso el hábito de la lectura crítica. El espacio para la reflexión, sino se dispone de suficiente capital para permitírselo, es mínimo; todo mundo está demasiado atareado con cuestiones puramente prácticas y, en grado extremo, mundanas, vulgares, frívolas. El trabajo, que en un mundo sano, disímil al nuestro, tendría que ser el medio por el cual el ser humano se debería realizar a sí mismo, se hace mecánicamente; se ha transformado en una actividad inconsciente. Esto nos conduce a pensar que los hombres y mujeres del siglo XXI están en franca agonía, muriendo espiritualmente.

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