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Por: Víctor Salmerón
¿Qué tiene que ofrecerle el sistema económico vigente a los hombres que no
aman el dinero ni están dispuestos a ser vilipendiados para obtenerlo —en
general por lacayos ignorantes y fieles a sus amos— y que reconocen el
carácter abstracto y trivial de tal institución humana? Desgraciadamente
existen muchos hombres y mujeres, debido a su superficialidad y falta de
espiritualidad, en el sentido de
Marx, que se inmolan irracionalmente al trabajo, deshumanizándose, arguyendo
que lo hacen por llevar pan a su mesa cuando en realidad en el fondo es, la
mayor parte de veces, para exhibir los bienes objetivos que poseen y, en
consecuencia, humillar al vecino.
En la sociedad capitalista, materialista, inmunda y pestilente, un hombre
que ame decididamente, más que cualquier otra cosa, a su familia no es un
peón ideal. Esta sociedad idólatra de instituciones humanas, empuja a la
adoración de los fetiches, demandando de manera egoísta la mayor parte del
mejor tiempo del obrero para sí. El obrero que ama con todas las fuerzas de
su ser a su mujer y sus hijos y disfruta de su compañía, que lucha por
objetivar un proyecto en común, que se esfuerza desmedidamente por
brindar felicidad a su familia y se estremece ante el sufrimiento indecible
del otro se siente extraño y descontento en ésta monstruosa sociedad
capitalista.
No todos los seres humanos ambicionan oprimir y vivir de la muerte y la
des-realización del pueblo. Sí, aunque parezca increíble, pues los niveles
de deshumanización son espantosos, todavía existen hombres y mujeres que son
capaces de sobrevivir, en esta arena capitalista, sin necesidad de
fastidiar la vida del prójimo. Aún existen hombres y
mujeres que se estremecen hasta rozar las navajas mismas de la depresión por
todo el daño que causan las religiones y los políticos usureros y faltos de
toda virtud moral e intelectual, parásitos tan difícil de erradicar por
culpa, en parte, de sus mismas víctimas.
En esta sociedad capitalista, amante de la muerte y de todo lo nocivo, el
que sigue las demandas más profundas de su espíritu, el hombre espiritual,
contrariando así este régimen económico, asesino de toda virtud y promotor
de la viveza y la injusticia, no le espera un futuro muy dulce. Alguien me
alertó una vez, probablemente con buena intención, que no
estudiara filosofía pues me moriría de hambre, hoy me doy cuenta en verdad
de lo que me dijo; sin embargo me mantengo tozudo y no me arrepiento en
ningún momento de mi decisión y si fuera posible volver a nacer, estudiaría
filosofía, la ciencia del ser, a pesar de todas las implicaciones que esto
conlleva.
El desprecio por los bienes subjetivos es algo característico de esta
época. El verdadero revolucionario, que
necesariamente tiene que ser espiritual, es el que ve los defectos de su
sociedad y no absolutiza dogmáticamente sus paradigmas, sino que los
desafía. Para lograr objetivarse plenamente el sistema económico vigente,
intenta, y pienso que con éxito, arrebatar los bienes subjetivos, los
espirituales. Es por eso que la mayoría de sujetos intenta encontrarlos en
los objetivos. Una buena casa, un buen coche o un cargo público no hace
virtuoso a una persona. La verdadera revolución, consiste en emanciparse
no sólo de las condiciones objetivas de opresión, sino que además
liberarse de la ideología que rige a este sistema
repugnante.
Muy buen artículo 👍
ResponderEliminarGracias☺️, me alegra mucho que le haya gustado.
EliminarMe gustó mucho el artículo, me he sentido identificado como ese ser que se hunde en la miseria psicológica e intelectual,ahogado por la presión de éste sistema capitalista y materialista, que como bien dices, resulta repugnante, saludos.
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