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Cambio ideal
Cambiar la idea que se tiene de algo no hace necesariamente cambiar a la
cosa real, hace cambiar solo la forma o la manera como se ve la cosa, pero
no la cosa real. Desde el plano formal, cualquier exégesis sobre un
determinado fenómeno por encarnada que ésta esté, en ciertos momentos y
debido a necesidades naturales e históricas, puede ser alterada. Pero el
cambiar la forma de concebir una cosa por otra nueva, no implica en
realidad una modificación en el nivel ontológico, en lo real, sino más
bien una modificación en el mero plano formal. Pero de ese tipo de
modificaciones han existido, existen y seguirán existiendo. La masa
desesperada, —cuyos pasos están totalmente alejados del farol, el pueblo,
que ilumina con gran potencia las penumbras del camino de la multitud de
hombres y mujeres de buena voluntad—, debido a la pequeñez de su
mundo, de su cultura, de su memoria y de su conciencia no lo logra
advertir. Los integrantes de la masa, que por lo general son la mayoría,
siempre y cuando un discurso sea agradable a sus oídos, lo aceptarán sin
importar lo falaz, hipócrita, mediocre y mentiroso que sea. Eso es
precisamente lo que hace un discurso ideológico bastardo: modifica la idea
de la cosa —pero no la cosa— sin transformar en lo profundo la
realidad.
La masa
En el transcurso de mi vida he comprendido meridianamente una cosa: la
mayoría de sujetos-masa no están interesados en encontrar la verdad
objetiva, aquella que es fría, indiferente y ajena a los deseos arbitrarios,
sino más bien en fortalecer sus quimeras. No es preciso que todos seamos
científicos en ejercicio, pero el carácter de aquél es deseable pues, se
cree, que curaría el mal que atormenta a gran parte de la masa. La verdad no
sólo implica conocerla, precisa resistirla, sino se tiene la capacidad y
fortaleza para eso, se vivirá toda la vida de puras quimeras, parece que
nuestra gente ya se resignó.
La masa salvadoreña
La masa salvadoreña en su infinita-humana ignorancia cree que este hombre,
el presidente que tenemos, es su amigo, mas no son capaces de reconocer que
es su peor enemigo. Si fuera amigo de ellos buscaría la manera de sacarles
de su indeterminación, de darles forma. Pero, ¿cómo se saca a la masa de su
indeterminación para constituirla como pueblo? Cubriendo sus necesidades
básicas y en alguna medida sus complejas, organizándola, concientizándola y
apoyándola para que aquella se constituya en movimientos sociales que ayuden
a concientizar a los demás sobre los temas más sensibles que afectan a
sectores particulares de la sociedad. La masa deja de ser masa cuando
adquiere conciencia de su ser con el otro y la naturaleza. Pero esto no es
lo que está haciendo el presidente, se está aprovechando de la falta de
cultura de sus seguidores, —pues la mayoría de sus fieles carecen de una
formación académica a la altura del contexto en el que su realidad objetiva
se está desplegando—, y, gracias a ello, logra meter toda clase de odio en
contra los políticos tradicionales y de los que no piensan, mejor dicho no
sienten, como él y su pandilla usurera. Hacerles creer a las víctimas que
son ellos los que luchan en torno a un proyecto político, es la parte
favorita de los líderes políticos manipuladores y oportunistas, pues así los
hunden más en su fe ciega para con ellos.
La masa en su ciego e irracional afán por satisfacer su impotencia y odio
colosales, es incapaz de ver las consecuencias de sus acciones
instintivas. Pero el pueblo, que es consciente por definición, sabe que
toda acción política, y en especial cuando aquella tiene alcance nacional,
debe de ser meditada, estudiada y planificada responsablemente. Queda
claro que es el sufrimiento la única escuela capaz de enseñarle algo a un
país tan desfigurado, desrealizado y deshumanizado como el
nuestro.
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