No es por las buenas que se logran las grandes conquistas en favor de la comunidad política, no hay que olvidar eso. Resulta curioso que sea la clase dominante la que más le asuste el que el gobierno actual sea irreverente con la legalidad y los diferentes protocolos. Lástima que este presidente no se muestre irrespetuoso con el capital, sino reverenciara al capital, me atrevería a decir que es un buen presidente, pero esto, como sabemos, no es así.
No es verdad que en los últimos años se haya alcanzado algún logro de
extraordinaria notabilidad en favor de la clase obrera y del pueblo en
general. Por el contrario, la clase dominante se ha fortalecido y, en
vez de marchitar, su capital se sigue acrecentando, pero la clase
trabajadora y los diferentes grupos exteriores al dominio del capital
siguen cada vez más sumidos en una pobreza que, a cualquier ser humano
racional, ofende. Ya basta. Ya es hora que pensemos y accionemos. Pero
esto, ojo, no se logrará mientras la comunidad política de nuestro
país no reconozca el grado de indignidad en el que se encuentra.
LEGALIDAD Y LEGITIMIDAD
El que se mantenga y se conserve la legalidad no significa necesariamente que por ello exista justicia genuina para la inmensa mayoría. Si en algo ayuda la legalidad, es para mantener intactos los privilegios que por años ha mantenido la clase dominante.
Las grandes conquistas no se han alcanzado mediante la legalidad, la
humildad y la caridad cristianas sino por la violencia justa; la
legalidad, de hoy y de siempre, es la coraza de la clase dominante y
mientras el pueblo no haga uso de su poder de negación, para
desarticular y destruir el actual estado de cosas, y de creación, para
afirmar un nuevo sistema libre del reformismo o de todo electoralismo no
podrá salir del atolladero donde la clase dominante y su maquinaria
material y formal lo ha llevado.
Así que ya va siendo hora que la comunidad política, dominada por la
violencia institucional, se indigne y desarticule toda esta hipocresía
burocrática ramplona fetichizada por parte de nuestros remedos de
políticos.
A todos aquellos ateos ignorantes que se sienten eminentes científicos
humillando la superstición cristiana, les tengo una noticia: han cribado
una descomunal cantidad de mitos, gracias a las lecturas de los ateos
fundamentalistas norteamericanos y británicos, y, como por arte de
magia, se han tragado uno colosal, quizá el más grande que ha existido y
que existirá: el capital, el fetiche.
El criterio de éste es simple: el aumento de la tasa de ganancia. Pero a
pesar de lo simple, es mortal, pues dicha acumulación es acumulación de
vida humana. Con el aumento de la tasa de ganancia, por un lado, los
capitalistas amontonan cuantiosos bienes objetivos, por el otro, la clase
obrera acumula toda clase de sufrimientos físicos y psicológicos y los
bienes objetivos parecen cada días más utópicos.
ANTI-REVOLUCIONARIO
Si tan solo Bukele fuera un hombre de criterios revolucionarios, y no un vil oportunistas de visión política gofa, que fácil sería fermentar la masa para que salga de su subjetividad burguesa a desplegarse como la antítesis que es, y afirmase como la tesis que será. Se los digo claramente: por ahora sólo se puede alcanzar algún objetivo político realmente remarcable si el actual sistema político y económico es sacudido por un ejército de proletarios armados o desarmados con ganas de vivir, pero nuestro pueblo hace mucho tiempo que ha perdido la voluntad de vivir.
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