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Si
la gente más pobre de nuestro país tiene hambre, que salga a buscar comida. Así
como es incorrecto, según la lógica brillante del presidente, salir a buscar la
comida por la evidente posibilidad de contraer el covid19, lo es asimismo
quedarse en casa y morirse de hambre.
Los pobres y el miedo
Además,
la muerte es algo que a la mayoría de pobres no les asusta; están acostumbrados
a experimentarla cada día: tener la peor comida, la peor casa, la peor ropa,
etc., es una forma de estar muriendo; no tener la posibilidad de estudiar, no
tener un trabajo y no tener como alimentar a los hijos para que no les dé
anemia es estar muriendo lentamente, ¿alguien puede refutar eso? No es que el
pueblo se entregue por su voluntad a la necrofilia, es que la política no es
biopolítica sino necro-política.
Quedarse en casa
Quedarse
en casa, esperando algún tipo de asistencialismo del estado, es algo poco
recomendable. Para el presidente y todo el séquito de aduladores, que tienen
cubiertas no sólo sus necesidades básicas sino hasta varias complejas, es fácil
invitar hipócritamente al pueblo que espere en su morada mientras esta
situación se mejora. Mejor es morir luchando por la vida dignamente, que morir
por la inacción y el miedo. Esas notas no son esenciales al verdadero pueblo
revolucionario.
Además,
no es cierto que quedarse en casa es una
medida 100% segura para evitar tal temido contagio. Hasta hora, que yo sepa, no
existe un comité de científicos eminentes que tengan una opinión bien
esclarecida acerca de este asunto. Sobre esta cuestión cunden todo tipo de
opiniones infundadas, maquilladas con sendas gráficas matemáticas para esconder
la mediocridad de sus análisis, pero no existe un criterio científico claro y
distinto, algo esencial en el rigor científico. Así que de ésta, espero,
pueblo, salimos. Ya lo ha hecho en peores circunstancias el ser humano en el
pasado; pero ojalá esta experiencia nos ayude a elevar el nivel de conciencia
sobre lo limitados que somos ante la naturaleza y que lo que le hacemos no se
quedará así, tarde o temprano nos pasará la factura; el próximo aviso quizá sea
una extinción masiva o completa, tal vez el final del antropoceno.
La vida y el peligro
El
peligro, en todo caso, es parte de la vida. Para conseguir los satisfactores
básicos, el ser humano primitivo, ponía su vida en peligro mientras salía a
conseguirlos. Con las tecnologías arcaicas que poseían, les era muy difícil
aunque los consiguieran en comunidad, fácilmente podían ser presa de una fiera,
de la ambición y la envidia de una tribu enemiga. Es decir, el peligro siempre
ha estado con el ser humano. La vida humana es algo frágil, fugaz y finita. La
vida se origina y se desarrolla, en todas su etapas, siempre enfrentada a la
amenaza de su desaparición, de la muerte.
Para
un pequeño burgués es fácil decir que quedarse en casa, para ponerse a salvo
del virus, es lo más adecuado. Sin embargo, este no es el caso para más de la
mitad de los salvadoreños. No es novedad que un gran número de salvadoreños
sobreviven con $ 2 al día. Es probable que después de tanto encierro, para
impedir la propagación de este virus, muchas familias de pobreza absoluta estén
muriéndose literalmente de hambre. Sería
hipócrita de mi parte invitarles a que se queden en casa, por lo menos yo tengo
la comida y otros satisfactores para reponer la energía y la materia que el
ciclo de la vida demanda, pero la mayoría de los que constituyen el bloque
social de los oprimidos, a saber, el
pueblo, no tienen cubiertas ni sus
necesidades básicas.
La
vida humana siempre está rodeada por el peligro, peligra bien de otro ser
humano o de la naturaleza misma. Por ejemplo, el que va a trabajar a la ciudad,
mientras va en el autobús, podría ser asaltado por algunos maleantes, y si se
reúsa a dar lo que le piden, ya sea porque no lo tiene o porque no quiere,
fácilmente lo podrían matar. El que va a pescar, si no sabe nadar y se mete en
lo profundo de un río, podría, si no hay personas cerca para que lo asistan y
le ayuden a salir, ahogarse. Es decir, la vida humana siempre está en peligro
de extinguirse, pero mientras vivamos, tendremos que luchar por aquella; morir
por la inacción es algo que un pueblo que tiene fuerza de negación y de
afirmación no está dispuesto a aceptar.
Pongamos
otro ejemplo. El campesino que va a colocar abono a su milpa, calentada, por
supuesto, por los rayos beatos de Huitzilopochtli, pone, en alguna forma, su
vida en peligro. Supongamos que después de unas cuantas horas de arduo esfuerzo
poniendo el fertilizante o el abono a cada planta o mata del surco de la milpa,
su mujer le trae, al campesino, el desayuno. Éste al verla, muy feliz, decide
parar, y si le acompañan otros trabajadores, les dirá, seguramente, que se
tomen, para que puedan ingerir los alimentos, un pequeño descanso. Mientras la
mujer está sacando de su bolso las diferentes raciones para cada uno de los
trabajadores y para su marido, ellos buscan un lugar para sentarse, en el suelo
o en una piedra. Mientras el pobre campesino trilla algunas pequeñas malezas
para hacer un espacio y sentarse, podría pisar un reptil y ser mordido por
aquella, y si está muy lejos la clínica o el hospital, ciertamente existe una
gran posibilidad de que ese día sea el último de nuestro campesino. Es evidente
que el campesino, en la mañana que salió a trabajar, no tenía entre sus planes
perder la vida, pero en un instante se puede dar tal posibilidad.
El
que esas posibilidades fatales, como muchas otras quizá más inquietantes,
puedan acaecer en nuestra vida, no es motivo suficiente para quedarse en casa
esperando que tales amenazas desaparezcan y sean erradicadas. No las serán, y
nuestra vida nunca estará, por más que queramos, exenta de poder sufrir algún
tipo de desgracia. Los eventos desafortunados pueden ocurrir o no pueden
ocurrir, pero pensar que aquellos desaparecerán sólo porque nosotros les
tenemos miedo, es algo ingenuo y cobarde. Es obvio que tiene que tomarse
ciertas precauciones y buscar conseguir lo que queremos de la manera menos
riesgosa. Pero hay que hacerlo.
Para
reponer la energía y materia desgastadas durante el día, es necesario trabajar
para lograr obtener los satisfactores
necesarios que mantiene vivo a un sujeto. De no hacerlo, lo más seguro en el
horizonte próximo: es la muerte.
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