![]() |
Imagen de Mustafa Kücük - v. Gruenewaldt en Pixabay |
Las comparaciones
Las comparaciones, y en esto pienso que la mayoría
estará de acuerdo conmigo, son odiosas, en parte porque no le hacen justicia a
la realidad. Lo es, además, porque una parte se beneficia más de la
comparación. Alguien que es inferior y se le compara con un sujeto superior,
tendrá que aceptar que no será como el otro, aquel siempre será, de no ser por
algo extraordinario, superior que él. En este sentido, pierde prestigio él y el
otro, pero el que es inferior a la postre sale como más favorecido de esa
comparación.
Digo esto porque últimamente se ha generalizado la
comparación entre Manuel López Obrador y el presidente Nayib Bukele. Sé que hay
muchos de izquierda, sobre todo de aquellos con tendencias abiertamente
anarquistas, que no aceptan el desempeño de López obrador, eso es otro tema que
trataré después. Algunos de ellos, es chistoso, creen que son grandes analistas
políticos porque se burlan de Andrés Manuel López Obrador, como sucede con los
que creen que por criticar las virulencias y supersticiones religiosas se
convierten automáticamente en unos auténticos científicos. En todo caso,
dejemos eso y vamos pues al punto.
¿Bukele Burgués?
Ningún burgués puede ser, por más que se jacte de
serlo y lo pregone haciendo uso de toda clase de mecanismos propagandísticos,
“el presidente del pueblo”, entendido éste como el bloque social de los
oprimidos(Antonio Gramsci). No puede serlo pues los intereses que
representa son los de su clase. Se debe al sector, constituido por unos pocos,
económico que le brindó el apoyo material durante la campaña electoral. No
puede ser, pues es casi imposible que un burgués pueda amar al pueblo, su
corazón esta allí donde el capital habita; ama el dinero. Quién ame en demasía
el dinero es casi imposible que, como se puede constatar históricamente, ame a
un ser humano, menos a un colectivo marginal; exterior.
López Obrador, por si alguien quiere acercarse a
averiguar su hoja de vida, ha vivido, trabajado, comido, sufrido y se ha jugado
por los indígenas. Desde muy tierna edad, cuando comenzaba su carrera como
político, vivió y convivió con los indígenas o pueblos originarios, no para
imponerles su criterio y civilizarlos con las luces, las únicas según el
fundamentalismo científico, de la modernidad, sino para que desde la realidad
de aquellos luchar junto a ellos por alcanzar un grado más pleno de justicia
social. Él, como se puede advertir al ver su biografía, se ha decidido por los
pobres, por los exteriores a la totalidad vigente del capitalismo; pues es la
exterioridad la categoría fundamental en la política y no la totalidad como lo
creía Hegel, ya que hay muchos grupos socialmente oprimidos que están
fuera de la totalidad vigente; con toda su limitación intelectual y quizá
de estrategia política, me atrevería a afirmar que por hoy en Méjico, a mi juicio,
es lo más rescatable en el campo político.
A falta de hallar una mejor palabra, se denomina aquí
a Nayib un burgués. Como un buen burgués, en coherencia con sus principios de
clase, nunca ha convivido con la gente más humilde de su país, cosa que López
Obrador sí hizo desde muy joven. Un líder del pueblo es aquel que vive y se
confunde con el pueblo o la comunidad política; no para juzgarlo y negarle su
realidad es que se adosa, es para dignificarlo. Nayib Bukele nunca, que alguien
me refute esto, se ha involucrado activamente con los movimientos sociales,
éstos y sus líderes son hegemónicos pues ostentan el apoyo popular, el de la
comunidad política o el pueblo: las mujeres, los maestros, las feministas, los
ecologistas etc. López Obrador por el contrario sí se puso a la cabeza de estos
movimientos de concientización social. Por decir algo, no creo que los
ecologistas o las feministas consideren a Nayib Bukele como su presidente. En
simples palabras: no puede ser el líder de un pueblo una persona que no se
comprometa activa y decididamente con las causas de los más desafortunados cuyo
alarido demuestra que son pueblo, pues al menos son conscientes de su dolor y
quieren curarlo.
Las virtudes de un líder
Tres cosas, a mi juicio, son vitales en una persona
para que la comunidad política pueda determinar si es un líder auténtico del
pueblo. Primero, debe tener vocación de político: estudiar de manera
concienzuda y prepararse lo más que se pueda académicamente en el campo
político, uno de los tantos que conforman la totalidad del mundo significativo,
para que así tenga claridad conceptual; debe convivir con la periferia, qué en
nuestro país es casi la mayoría de la población, con las comunidades que han
sido relegadas por legislaciones anteriores, que son exteriores al todo político
vigente en nuestro país; debe involucrase e identificarse no hipócritamente con
el dolor, que es el motor de todo movimiento social, de la comunidad política o
el pueblo, sentir lo que se siente ser exterior al sistema político vigente,
exterior al manto formal que protege a la casta política delegada. Segundo,
debe ser coherente: la coherencia es una de las virtudes más esenciales, los
grandes líderes ético-políticos mundiales han sido coherentes en su operar
teórico y practico; no puede ser coherente quién traiciona sus ideales sólo por
cobrar protagonismo o por alguna otra clase de oportunismo político. Tercero,
debe tener principios: un pragmático romo no sirve pues cambiará su esquema
según lo demande su propio interés y nunca estará sediento de encontrar la
verdad pero para justar aquella a sus más bajas intensiones. Se puede ser
pragmático, sí se puede, pienso, pero con principios universales éticos.
Las cosas mencionadas en el párrafo anterior, por más
fanático que alguien sea del actual presidente de El Salvador, él no las posee,
ni como ser humano ni como político. Decir lo contrario sería, lacónicamente
dicho, mentir. Con base a lo afirmado se puede determinar, sin por ello agotar
el debate, que Bukele no puede ser el presidente del pueblo; él no es del
pueblo, nunca lo ha sido, él representa los interese burgueses y personales. Y
ciertamente su accionar en la actual coyuntura, las medidas rígidas que está
desplegando, sólo demuestra un vil oportunismo, cosa que desde su comienzo como
político lo ha diferenciado. Pues la situación, con esto del COVID-19, no está
para hacer bromas, como sí lo hacen algunos mentecatos del frente, movidos
quizá por el dogma antes que por la pureza de la objetividad, pero tampoco está
para montar un circo de la naturaleza que le da Nayib Bukele.
Oportunista
Ninguna exageración en la historia ha tenido un
resultado positivo y deseable para la humanidad. La comunidad política,
racionalmente, debe tomar las medidas correspondientes para ponerse a salvo de
esto; pero él tampoco debe de beneficiarse de esta situación de manera
oportunista para sembrar el más infundado terror en la inmensa cantidad de sus
seguidores, humildes en cuanto a educación escolar, que le profesan poco más o
menos fe religiosa. Es una falta de respeto a la comunidad política culta y a
la comunidad política humilde, el pueblo; no se puede proceder de esa manera,
es deshonroso. En fin, no es un buen líder quién asusta infundadamente a su
pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
chintoliano@gmail.com
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.