martes, 24 de marzo de 2020

Andrés Manuel López Obrador y Nayib Bukele: dos personajes controvertidos

Imagen de Mustafa Kücük - v. Gruenewaldt en Pixabay 


Las comparaciones 


Las comparaciones, y en esto pienso que la mayoría estará de acuerdo conmigo, son odiosas, en parte porque no le hacen justicia a la realidad. Lo es, además, porque una parte se beneficia más de la comparación. Alguien que es inferior y se le compara con un sujeto superior, tendrá que aceptar que no será como el otro, aquel siempre será, de no ser por algo extraordinario, superior que él. En este sentido, pierde prestigio él y el otro, pero el que es inferior a la postre sale como más favorecido de esa comparación. 

 

Digo esto porque últimamente se ha generalizado la comparación entre Manuel López Obrador y el presidente Nayib Bukele. Sé que hay muchos de izquierda, sobre todo de aquellos con tendencias abiertamente anarquistas, que no aceptan el desempeño de López obrador, eso es otro tema que trataré después. Algunos de ellos, es chistoso, creen que son grandes analistas políticos porque se burlan de Andrés Manuel López Obrador, como sucede con los que creen que por criticar las virulencias y supersticiones religiosas se convierten automáticamente en unos auténticos científicos. En todo caso, dejemos eso y vamos pues al punto.


 ¿Bukele Burgués? 


Ningún burgués puede ser, por más que se jacte de serlo y lo pregone haciendo uso de toda clase de mecanismos propagandísticos, “el presidente del pueblo”, entendido éste como el bloque social de los oprimidos(Antonio Gramsci).  No puede serlo pues los intereses que representa son los de su clase. Se debe al sector, constituido por unos pocos, económico que le brindó el apoyo material durante la campaña electoral. No puede ser, pues es casi imposible que un burgués pueda amar al pueblo, su corazón esta allí donde el capital habita; ama el dinero. Quién ame en demasía el dinero es casi imposible que, como se puede constatar históricamente, ame a un ser humano, menos a un colectivo marginal; exterior.

 

López Obrador, por si alguien quiere acercarse a averiguar su hoja de vida, ha vivido, trabajado, comido, sufrido y se ha jugado por los indígenas. Desde muy tierna edad, cuando comenzaba su carrera como político, vivió y convivió con los indígenas o pueblos originarios, no para imponerles su criterio y civilizarlos con las luces, las únicas  según el fundamentalismo científico, de la modernidad, sino para que desde la realidad de aquellos luchar junto a ellos por alcanzar un grado más pleno de justicia social. Él, como se puede advertir al ver su biografía, se ha decidido por los pobres, por los exteriores a la totalidad vigente del capitalismo; pues es la exterioridad la categoría fundamental en la política y no la totalidad como lo creía Hegel, ya que hay muchos grupos socialmente oprimidos  que están fuera de la totalidad vigente; con toda su limitación  intelectual y quizá de estrategia política, me atrevería a afirmar que por hoy en Méjico, a mi juicio, es lo más rescatable en el campo político.

 

A falta de hallar una mejor palabra, se denomina aquí a Nayib un burgués. Como un buen burgués, en coherencia con sus principios de clase, nunca ha convivido con la gente más humilde de su país, cosa que López Obrador sí hizo desde muy joven. Un líder del pueblo es aquel que vive y se confunde con el pueblo o la comunidad política; no para juzgarlo y negarle su realidad es que se adosa, es para dignificarlo. Nayib Bukele nunca, que alguien me refute esto, se ha involucrado activamente con los movimientos sociales, éstos y sus líderes son hegemónicos pues ostentan el apoyo popular, el de la comunidad política o el pueblo: las mujeres, los maestros, las feministas, los ecologistas etc. López Obrador por el contrario sí se puso a la cabeza de estos movimientos de concientización social. Por decir algo, no creo que los ecologistas o las feministas consideren a Nayib Bukele como su presidente. En simples palabras: no puede ser el líder de un pueblo una persona que no se comprometa activa y decididamente con las causas de los más desafortunados cuyo alarido demuestra que son pueblo, pues al menos son conscientes de su dolor y quieren curarlo.

 

Las virtudes de un líder

 

Tres cosas, a mi juicio, son vitales en una persona para que la comunidad política pueda determinar si es un líder auténtico del pueblo. Primero, debe tener vocación de político: estudiar de manera concienzuda y prepararse lo más que se pueda académicamente en el campo político, uno de los tantos que conforman la totalidad del mundo significativo, para que así tenga claridad conceptual; debe convivir con la periferia, qué en nuestro país es casi la mayoría de la población, con las comunidades que han sido relegadas por legislaciones anteriores, que son exteriores al todo político vigente en nuestro país; debe involucrase e identificarse no hipócritamente con el dolor, que es el motor de todo movimiento social, de la comunidad política o el pueblo, sentir lo que se siente ser exterior al sistema político vigente, exterior al manto formal que protege a la casta política delegada. Segundo, debe ser coherente: la coherencia es una de las virtudes más esenciales, los grandes líderes ético-políticos mundiales han sido coherentes en su operar teórico y practico; no puede ser coherente quién traiciona sus ideales sólo por cobrar protagonismo o por alguna otra clase de oportunismo político. Tercero, debe tener principios: un pragmático romo no sirve pues cambiará su esquema según lo demande su propio interés y nunca estará sediento de encontrar la verdad pero para justar aquella a sus más bajas intensiones. Se puede ser pragmático, sí se puede, pienso, pero con principios universales éticos.

 

Las cosas mencionadas en el párrafo anterior, por más fanático que alguien sea del actual presidente de El Salvador, él no las posee, ni como ser humano ni como político. Decir lo contrario sería, lacónicamente dicho, mentir. Con base a lo afirmado se puede determinar, sin por ello agotar el debate, que Bukele no puede ser el presidente del pueblo; él no es del pueblo, nunca lo ha sido, él representa los interese burgueses y personales. Y ciertamente su accionar en la actual coyuntura, las medidas rígidas que está desplegando, sólo demuestra un vil oportunismo, cosa que desde su comienzo como político lo ha diferenciado. Pues la situación, con esto del COVID-19, no está para hacer bromas, como sí lo hacen algunos mentecatos del frente, movidos quizá por el dogma antes que por la pureza de la objetividad, pero tampoco está para montar un circo de la naturaleza que le da Nayib Bukele.


 Oportunista 


Ninguna exageración en la historia ha tenido un  resultado positivo y deseable para la humanidad. La comunidad política, racionalmente, debe tomar las medidas correspondientes para ponerse a salvo de esto; pero él tampoco debe de beneficiarse de esta situación de manera oportunista para sembrar el más infundado terror en la inmensa cantidad de sus seguidores, humildes en cuanto a educación escolar, que le profesan poco más o menos fe religiosa. Es una falta de respeto a la comunidad política culta y a la comunidad política humilde, el pueblo; no se puede proceder de esa manera, es deshonroso. En fin, no es un buen líder quién asusta infundadamente a su pueblo.

 

  

 

 

 

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