domingo, 23 de febrero de 2020

Un agente del odio es el presidente de El Salvador

Imagen de Alex Yomare en Pixabay 



Ideal y realidad 


Desde el plano formal cualquier cosa se puede cambiar. Y lo es así pues desde allí se puede hablar y promover hasta “los imposibles”, de lo posible, de lo racional, de lo lógico y de lo sensato ya se dijo en demasía. Pero el cambiar una idea por otra nueva, no implica una modificación en el nivel de la praxis, de lo real, sino una modificación desde lo mero formal, pero ese tipo de modificaciones han existido, existen y seguirán existiendo. La masa debido a la pequeñez de su mundo, de su cultura, de su memoria y de su conciencia no lo logra advertir. Siempre y cuando una narrativa sea agradable a sus oídos, la aceptarán sin importar lo falaz, hipócrita, mediocre y mentirosa que sea. Eso es precisamente lo que hace una narrativa: modifica una idea, pero sin transformar en lo profundo la realidad.


 Sujeto-masa


En el transcurso de mi vida he comprendido meridianamente una cosa: la mayoría de sujetos-masa no están interesados en encontrar la verdad objetiva, aquella que es fría, indiferente y ajena a los deseos arbitrarios, sino en fortalecer sus quimeras. No es preciso que todos seamos científicos en ejercicio, pero el carácter de aquél es deseable pues, se cree, que curaría el mal que atormenta a la masa. La verdad no sólo implica conocerla, precisa resistirla, sino se tiene la capacidad para eso, se vivirá toda la vida de puras quimeras.


 Profeta del odio 


Los profetas del odio, como dice Karl Popper, han existido siempre, cuánta desventura y dolor ha causado en el mundo su miserable narrativa. Deshonesta como ninguna, des-forma más a la masa, anulando cualquier potencialidad de forma, desinformando y matando cualquier pensamiento crítico; esa es la narrativa del odio. Hacerles creer a las víctimas que son ellos los que luchan en torno a un proyecto político, es la parte favorita de los manipuladores y oportunistas, pues así los hunden más en su fe ciega para con ellos, los líderes.

 

Una cosa se puede poner en claro: los profetas del odio no son amigos de la masa menos del pueblo. Dado que todo profeta del odio está enfermo psicológicamente, lo único que lo moverá será el deseo imperioso, enfermo, de objetivar sus más aberrantes fantasías. Fantasías que pueden ser ridículas, pero que en ciertos casos se pueden volver peligrosas para el pueblo y la masa.

 

En nuestro país al parecer tenemos como presidente un profeta del odio cuya narrativa no ha hecho más que modificar la idea que la gente tiene del país, de las cosas y de las personas pero esa modificación no se ha positivado en el plano de lo real. Narrativa que ha llevado a una polarización innecesaria entre las personas; en la coyuntura de nuestro país, no conviene acciones de esa naturaleza. Como buen oportunista, algo necesario en la política, ha visto la necesidad y la angustia de las personas y se ha aprovechado de eso para poner la espuela en esa llaga o el resentimiento, diciéndoles que los culpables de aquello son los políticos; y la masa, la cual en su impotencia se empodera de todo aquello que está a leguas de la virtud; se sacia de odio.

 

¿Amigo? 


La masa en su infinita-humana ignorancia cree que este hombre es su amigo, mas no son capaces de reconocer que es su peor enemigo. Si fuera amigo de ellos buscaría la manera de sacarles de su indeterminación, de darles forma. Pero, ¿cómo se saca a la masa de su indeterminación para constituirla como pueblo? Cubriendo sus necesidades básicas y en alguna medida sus complejas, organizándola, concientizándola y apoyándola para que se constituya en movimientos sociales que ayuden a concientizar a los demás sobre los temas más sensibles que afectan a sectores particulares de la sociedad. La masa deja de ser masa cuando adquiere conciencia de su ser con el otro y la naturaleza. Pero esto no es lo que está haciendo el presidente, se está aprovechando de la falta de cultura de sus seguidores, pues la mayoría de sus fieles carecen de una formación académica a la altura del contexto en el que su realidad objetiva se está desplegando, y metiéndoles toda clase de odios infundados contra los políticos y los que no piensan, mejor dicho no sienten, como ellos.

 

No es amigo del pueblo, sede del poder, ni de las instituciones, ejercicio del poder del pueblo. Se ha dedicado sistemáticamente a destruir lo logrado en materia democrática con tanto sufrimiento, pero sus fieles, la masa, lo admiran y lo alaban. Es claro, pues, por qué el pueblo no acepta su gestión. Las instituciones no son eternas ni perfectas, están sujetas a cambio y revisión, pero eso no significa que deban ser destruidas y anuladas; la anarquía es la peor distopía.


Pero pretender destruirlas solo por fines políticos personalistas no parece ser algo muy inteligente. El acto sedicioso del presidente el pasado domingo 9 de febrero del 2020 en desfavor del primer órgano del estado, el cual fue militarizado de manera descarada e injustificada, fue un ataque directo a la institucionalidad de El Salvador y embistió una de las instituciones más vitales del país. Con su accionar apolítico y poco estratégico, el presidente violó la separación de los tres órganos del estado. Pero la masa, ciega por su fanatismo, es incapaz de reconocer la peligrosidad de este individuo, resultó, lamentablemente, ser peor la medicina que la enfermedad.

 

 Las acciones políticas oportunistas e irresponsables del presidente en el fondo, si se las analiza profundamente, están afectando a la masa y al pueblo, al pueblo consciente que eligió a esos diputados; que sean unos ladrones, pues es algo qué hay que tratar de solucionar pero mediante la vía legal.


La elección de un funcionario, no es la democracia en su totalidad, es un momento de aquella. Lo que la gente somera no puede comprender, es que la elección brinda legalidad, y sin aquella se viene todo lo construido en materia democrática hasta hoy a la indeterminación.

 

La masa en su ciego afán por satisfacer su impotencia y odio colosales, es incapaz de ver las consecuencias de sus acciones instintivas. Pero el pueblo, que es consciente, sabe que toda acción política, y en especial cuando aquella tiene alcance nacional, debe de ser meditada, estudiada y planificada responsablemente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

chintoliano@gmail.com

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.