lunes, 15 de diciembre de 2025

No al resentImientO

 



El resentimiento, en tanto afecto reactivo que envenena el espíritu, es más peligroso de lo que suele creerse. La postura de Nietzsche sobre el resentimiento y la debilidad no solo tiene un sólido sustento filosófico, sino que también cuenta con el respaldo de argumentos científicos serios provenientes de la psicología, la neurociencia y la biología evolutiva. El resentimiento y la fuerza no pueden ir de la mano; son opuestos. La debilidad es el caldo de cultivo perfecto para ese afecto reactivo que envenena el espíritu y paraliza la voluntad. El resentimiento le corta las alas a la vida y la hunde en el pantano pestilente del idealismo, en la nada. Nietzsche insiste en la necesidad de ser fuertes como el cuarzo de las montañas y combatir, con toda nuestra munición, esos afectos nihilistas que nos degradan: el resentimiento, la envidia, el miedo.


La neurociencia ha demostrado que el resentimiento y la rumiación activan la amígdala y el córtex prefrontal ventromedial, regiones del cerebro involucradas en la respuesta al miedo y la regulación emocional. La activación constante de estas áreas genera una sobreproducción de cortisol, la hormona del estrés, lo que a su vez debilita el sistema inmunológico y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.  


Un estudio publicado en el Journal of Behavioral Medicine (Worthington et al., 2005) encontró que las personas que practican el perdón y evitan el resentimiento experimentan niveles más bajos de estrés y ansiedad, además de gozar de una mejor salud física en general. Esto sugiere que el resentimiento no solo afecta la percepción subjetiva de la vida, sino que también tiene un impacto tangible en el bienestar biológico y refuerza la idea nietzscheana de que es un veneno para el espíritu y el cuerpo.


La psicología del poder y la fuerza (Keltner et al., 2003) demuestra que las personas que se perciben a sí mismas como fuertes y capaces de influir en su realidad tienen menos probabilidades de desarrollar resentimiento. La fuerza, entendida no solo como poder físico, sino también como resiliencia psicológica, actúa como un antídoto natural contra este sentimiento corrosivo.   


Por otro lado, la teoría de la indefensión aprendida (Seligman, 1975) sostiene que la incapacidad de cambiar una situación adversa conduce a un estado de impotencia que, con el tiempo, se traduce en resentimiento. Las personas con baja autoeficacia —es decir, aquellas que dudan de su capacidad para influir en sus propias vidas— tienden a experimentar mayores niveles de resentimiento. Esto es especialmente peligroso, ya que fomenta la pasividad y el victimismo y no de promueve la acción proactiva y transformadora.


Nietzsche asocia el resentimiento con el nihilismo pasivo, es decir, con la tendencia de las naturalezas decadentes a rechazar la vida y refugiarse en ilusiones. Desde la psicología cognitiva, esta noción se vincula con la distorsión cognitiva del pensamiento dicotómico, en la que quienes albergan resentimiento perciben el mundo en términos absolutos: víctimas y opresores, buenos y malos, sin matices ni posibilidades de transformación.  


La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), desarrollada por Aaron Beck en la década de 1960, ha demostrado que el resentimiento se fundamenta en patrones de pensamiento disfuncionales que perpetúan estados emocionales negativos. La modificación de estas creencias mediante estrategias cognitivas no solo reduce el resentimiento, sino que también mejora significativamente la salud mental y la capacidad de afrontar desafíos con una perspectiva más equilibrada y resiliente.


Debemos ser fuertes, pero no para destruir al otro, a nosotros mismos o a la naturaleza, sino para no resentirnos con la vida, para no volvernos enemigos del devenir inocente ni de aquello que nos desafía. La debilidad del cuerpo y del espíritu ha llevado a muchos a odiar la realidad; de ahí que el ser humano haya fabricado un más allá, un trasmundo, una ficción para refugiarse del peso insoportable de la existencia. No hay mayor mentira que la de aquel que desprecia la tierra solo porque no puede sostenerse sobre ella.


La evidencia indica que el resentimiento es una emoción corrosiva, vinculada a la percepción de impotencia, la indefensión aprendida y la rumiación negativa. Nietzsche acierta al afirmar que la fuerza—entendida como resiliencia, voluntad y acción—es el único antídoto eficaz contra este veneno del espíritu. La fortaleza mental y emocional no solo nos libera del resentimiento, sino que nos permite caminar por la vida con plenitud, vigor y un auténtico florecimiento existencial.


Víctor Salmerón, filósofo y escritor salvadoreño 

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