Un cuento para Halloween 🎃
Había trabajado incansablemente durante su turno diurno, ilusionándose con la idea de que sería más llevadero que el turno nocturno, pero rápidamente se dio cuenta de que estaba equivocado. Se encontraba exhausto: el dolor punzante en sus pantorrillas era abrumador, el agotamiento general de su cuerpo se apoderaba de él, y el estrés generado por los pedidos y las quejas de los clientes le pesaba. Ya no estaba allí, pero el susurro constante de las voces de los comensales, que asemejaba a una colmena en pleno ajetreo, estaba en su cabeza y no hacía sino aumentar su fatiga. Todo esto lo invitaba a acostarse temprano, quizás incluso antes de las cinco de la tarde. La cama estaba allí, así que se tendió en ella boca arriba. Miraba fijamente el techo de color marfil, con un tono que se asemeja a un blanco cremoso o blanco hueso. Aquel blanco ligeramente apagado, con matices cálidos y un ligero toque de color amarillo o beige, tranquilizó un poco su excitado sistema nervioso. Su casa es ordinaria y está situada en un vecindario suburbano, es una estructura de dos pisos con un diseño exterior revestido de vinilo. Tiene un jardín delantero y trasero, ambos en mal estado, con césped y arbustos, y una cochera adjunta para dos automóviles, aunque en ella se guardan todo tipo de cosas menos coches. Todos están aparcados afuera. El interior presenta una sala de estar espaciosa, una cocina modesta, un comedor pequeño y tiene acceso al jardín. En la planta superior, hay tres dormitorios, donde viven sus tres cuñados. Esta casa ofrece comodidades modernas como calefacción y refrigeración central, y un sótano para almacenamiento. En el primer piso vive él y su hermana, que tiene una niña de cinco o seis años. El sueño me está venciendo, y yo, feliz por esto, estoy colaborando para que este logre su primera victoria pírrica en esta semana. Pues todos estos días no ha pasado de ser un embrión. Entre dormido y despierto, me parece que estoy diciendo: “Dejé abierta la puerta”. Así es, maldita sea. Lo que le pasó a Hilario no me puede ocurrir a mí, no a mí, no. ¡Qué cobardes, qué despilfarro ontológico constituye su existencia! ¿Entrar a la casa de un hombre que dejó la puerta entreabierta debido a su exagerada borrachera? ¿Quién no se ha pasado de copas en una boda? El cuchillo helado en su garganta, la pared salpicada de sangre y la cobija empapada le hicieron recordar demasiado tarde que había dejado la puerta abierta. En este pueblucho, sumido en la miseria más espantosa en lo tocante a lo objetivo y subjetivo, matan a cualquiera por dinero. ¿Matar por dinero? ¿Es eso posible? Al parecer, una cosa abstracta vale más que esa asombrosa máquina biológica compuesta por varios sistemas interconectados llamada cuerpo. En serio, vale más que un sistema tegumentario conformado por la piel, el cabello y las uñas, que protege el cuerpo de lesiones y patógenos. Sí, los asesinaron a sangre fría a él y a su esposa, y se robaron todas las cosas, ¿de valor? que, aunque no eran muchas, guardaban en su habitación. Si supieran, si no fueran tan ignorantes de la vida, sabrían que ningún dinero u objeto de valor podría reemplazar el valor, o mejor dicho, la dignidad de un cuerpo. ¿Acaso un cuerpo tiene valor? Yo digo que no tiene valor, tiene dignidad. Todo sucedió tan rápido, y lo peor es que los hombres que cometieron esa atrocidad siguen libres y delinquiendo en el barrio. Voy, pues, a cerrarla y ponerle seguro.
—Raquel, por favor —dijo—, ¿puedes ir a cerrar la puerta? Estoy demasiado cansado y no quiero levantarme. Dejé la puerta abierta. Sabes lo peligroso que es este barrio. Imagínate que nos pase lo mismo que a Hilario y su esposa; fue una tragedia colosal en esta colonia. ¿Te acuerdas de todos esos periodistas? Parecían moscas detrás de unas cuantas gotas de miel en el piso o como carroñeros peleándose por un cadáver. ¿Recuerdas el Canal Doce? Hasta el Canal Seis se presentó. Fue la primera vez que aparecí en una pantalla de televisión, y la tuya, según creo, también. ¿Por qué me ignoras? Sabes lo cruento que resulta el desprecio de un ser amado, se siente como si cuchillas de afeitar saltaran de manera vertical y avanzaran de manera horizontal en el pecho. No quieres responder, te haces la dormida.
Lo dijo con más vehemencia, pero aún no hubo respuesta.
—Sabes lo difícil que es alegrarme a mí. Raquel, te estoy hablando, ¿por qué me ignoras?
Miró la hora en su reloj Casio, que marcaba las 8:00 PM. A esta hora, Raquel suele aplicarse las cremas en su cara. Dado que no hubo respuesta, se volvió y la agarró del hombro. La agarró, no con violencia, pero lejos de parecer con amor, de la parte más carnosa de su brazo derecho. Yo sentí que estaba extremadamente frío, casi congelado, experimentando la misma sensación de dolor en mis manos que cuando cargo carne del refrigerador, que está en el sótano, y la dejo en agua para descongelarla. El horror se apoderó de todo mi cuerpo. Esa frialdad me llevó a recordar una vivencia de mi niñez, como aquella vez que salí descalzo al jardín de mi casa para recoger un Batman que mi hermano lanzó por la ventana durante un pleito que tuvimos. Pisar un sapo descalzo genera una sensación horrible; su piel es fría, igual que la del brazo que sostengo. Al tocar la piel de aquel animal, me olvidé completamente del juguete y corrí desesperado de vuelta al interior de mi casa. Con dolor y rabia, tuve que esperar hasta el día siguiente para recoger a Batman, que estaba completamente embarrado de lodo debido a un fuerte aguacero que cayó a media noche.
Si no supiera qué es mi corazón, no me sería difícil imaginar que en este momento estoy encaramado en Satanás, el hermoso caballo de color azabache que duerme o camina desesperado en el establo cerca de mi casa, recorriendo las bellas praderas que mi padre compró el año pasado. El galopeo es inmenso; mi corazón parece latir con mayor intensidad, pero no puedo hacer nada para reducir su velocidad. En ese momento, pensé: "Raquel ha muerto". ¿Qué hago? Un momento: ¿qué hace Raquel en mi habitación? ¿Cuándo fuimos amigos? ¿Desde cuándo las casas en El Salvador tienen sótanos? ¿No era ella mi rival a vencer en las notas en todos los grados? Tuve la desgracia de ser compañero de clases de ella desde primero hasta noveno grado. Ambos la odiábamos, siempre nos ganaba en las calificaciones. La odio tanto como él. Aquí hay algo que no encaja. En medio de aquella indecible situación, él permanecía estoico, sentado en la cama mirando hacia el techo y con su mano derecha tocando su pronunciado mentón, y con la izquierda acariciando el brazo de la muerta; parecía como si estuviera preparándose para escribir un ensayo argumentativo y filosófico; cuánta frialdad, jamás había visto a una persona en tal situación estar tan tranquila y sin ningún tipo de sobresalto. Pues bien, no se le ocurrió otra idea que ir a la casa de su madre, que estaba al frente, para contarle lo que ocurrió. Sin embargo, cuando intentó levantarse, una anciana de unos 85 años terminó de abrir la puerta.
Él se preguntó: "¿Quién es esta señora? Jamás la había visto". Al principio, la viejecita caminaba como lo hacen comúnmente las personas de avanzada edad, pero un terror espantoso lo dominó cuando comenzó a avanzar directamente hacia su cama sin detenerse en su marcha. Cuando estuvo a punto de alcanzarlo, dio un salto con la velocidad de un felino que no le dio tiempo de levantarse ni de defenderse, y se abalanzó sobre él, como cuando una mujer se le sube a uno en los momentos más álgidos y candentes del amor. Me agarró del cuello con una fuerza sobrenatural. Intenté sacudírmela de encima; soy bastante fuerte, al menos eso es lo que veo en el espejo, pero no pude. Además, nuestro personaje es delgaducho, parece una planta de maíz haragán. Hice todo el esfuerzo por librarme de ella, pero su fuerza no parecía de este mundo. Cuando sus pies comenzaron a sentirse débiles y sus manos como las de un pelele, se dijo a sí mismo: "Moriré aquí, moriré a manos de una anciana desquiciada". Entonces, un golpe en su ventana lo despertó al instante. Unos jóvenes que pasaban por la calle lanzaron un huevo que impactó directamente contra ella. Dirigía miradas por todos lados, parecía un epiléptico que acaba de levantarse de un ataque. Mi corazón latía a mil por hora. ¡Estoy vivo, caramba! Todo fue un sueño, todo fue una maldita parálisis del sueño. ¿Quién sería el insensato que lanzó ese huevo sobre mi ventana? Claro, como lo olvidé, hoy es Halloween. Tanta gente haragana que recorre estas calles solitarias de Mineola. Ya parado frente a mi ventana veo a los niños, algunos van con adultos que los llevan de la mano, otros van en grupo. Todavía no ha oscurecido. Me asombra la cantidad de niños que caminan por esa calle, lúgubre y solitaria casi siempre en todos los meses del año, a esta hora. Veo las tres casas al otro lado de la calle, que solitarias e indiferentes se ven, hay todo un paisaje de casas, pero esas son las que yo puedo ver con más detalle.
Esta pesadilla me hace reflexionar sobre la naturaleza de los sueños. ¿Cómo es posible tener recuerdos dentro de un sueño, todo un paisaje de pensamientos y emociones que parecen reales? Es como experimentar todo un tiempo y espacio gratuitos, pero al final, siempre hay un espacio y un tiempo. No conozco a Hilario y a su esposa; nunca tuve un caballo llamado Satanás; tampoco mi papá compró alguna propiedad en las praderas; no tengo un hermano, tengo tres hermanas; mi superhéroe favorito era Superman; nunca tuve un Batman y nunca he aparecido en televisión que yo sepa. En mi sueño, todo lo mencionado tenía vida propia y parecía tan real. No es aventurado sospechar que conceptos como la existencia del alma, el cielo y otras entidades metafísicas puedan haber tenido su origen en los sueños. En la pesadilla, Raquel era una persona extremadamente conocida y familiar para mí; la había visto desde la primaria y habíamos compartido la experiencia de ganar los primeros lugares en los diferentes salones de clases que compartimos. Pero en la realidad, nunca he visto a esa mujer. ¿Existirá? Sin embargo, en mi pesadilla, sabía que la odiaba y que no era de mi agrado. Sentía que mi hogar estaba en algún punto entre Estados Unidos y El Salvador. En ese estado, no existe un fundamento definido, y uno no se preocupa por la veracidad de las cosas. Parece que en ese contexto, la moral, la lógica y la ética no tienen ningún predominio. Pero debo dejar eso de lado, debo enfocarme en lo real y olvidarme de los sueños.
Ya es oscuro, pero desde aquí veo los jack-o'-lanterns. En la mañana mientras me dirigía a mi trabajo, vi las telarañas falsas acompañadas de arañas de plástico, que han colocado los vecinos en las puertas, ventanas y algunas en los techos para darle un toque tenebroso al ambiente. ¿Cuánto dinero habrán gastado los vecinos en estas figuras decorativas? Esqueletos, fantasmas y otros personajes espeluznantes están colocados en sus jardines y patios. En una de las casas, hay un esqueleto colgado de un árbol.
Pero eso no se compara en nada con la pesadilla que me atormentó hace unos instantes. Desde el principio del mes, han estado colocando figuras alusivas a la fecha. Sin embargo, esta mañana, en una de las casas, me llamó la atención una bruja monumental con una varita apuntando hacia la nada. Aquí afuera, el aire está más fresco; me recuerda los vientos de diciembre en San Vicente. En aquel tiempo, era tan feliz; en ese aire, podía sentir la esencia de la Navidad. Escucho voces de niños y adultos y el zumbido indefinido de los coches que pasan por la Willis Avenue.
—Be careful, honey, get closer to me —dice una señora.
Desde mi posición, no puedo ver su aspecto físico, pero por el timbre de su voz, supongo que no supera los cuarenta años. La valla de madera me impide ver a las personas que están caminando por la calle en este momento. Había una silla de plástico bastante grande y deteriorada por el sol y la lluvia, así que se sentó en ella. Con el paso del tiempo, cayó la noche y todo comenzó a teñirse de oscuridad. Se puso nuevamente de pie y miró con gran curiosidad a su alrededor.
El esfuerzo que ha puesto la casa vecina captó nuestra atención; tanto él como yo somos testigos oculares de las decoraciones del patio delantero y trasero. Actualmente, estamos renovando la valla, mis cuñados y yo, y por ahora, solo hemos colocado la parte que da a la calle. La parte restante la instalaremos la próxima semana. Esto me brinda, siempre que estoy en este sitio, una visión clara de las decoraciones en el patio de nuestro vecino. A comienzos de este mes, construyeron literalmente un "cementerio" en su patio delantero, con tumbas falsas, zombis emergiendo de la tierra y lápidas seguramente con epitafios tenebrosos. Aunque la casa en este momento proyecta una atmósfera extremadamente sombría, las luces de colores naranja y morado son las únicas que permiten apreciar las decoraciones. Sin embargo, lo que más me sorprende es el muñeco de tamaño natural que han colocado en el árbol del patio trasero; no recuerdo haberlo visto esta mañana, es probable que lo instalaron hoy para crear una atmósfera aún más tenebrosa; estoy casi seguro de que ese muñeco es más alto que yo. Sin duda, todos los vecinos han hecho un trabajo decorativo magnífico para esta fecha, pero esta última es, con mucho, la que más inquietud me provoca."¡Jo, maldición, necesito un suéter! Debo entrar, no estoy en El Salvador, y estos fríos, si no me protejo, posiblemente me causarán un serio malestar, especialmente considerando mi tendencia a contraer resfriados con facilidad."
Se cansó de estar de pie como un mulo en el patio. Había trabajado todo el día como un animal en el restaurante conocido como Pirandelo Cucina, donde laboraba como mesero. ¡Qué cálida se siente mi habitación! Debí soportar el frío de afuera para llegar a apreciar este ambiente tan acogedor en mi cuarto. Desde mi ventana, puedo ver a los niños que se desplazan por la calle Washington Avenue, disfrazados como monstruos, brujas y superhéroes. Escucho sus risas y gritos de emoción mientras tocan las puertas de las casas vecinas, pidiendo dulces y golosinas. ¡Qué fácil es la vida de estos niños! Nada parece turbarles; todo les parece tan familiar que me parecen tan libres en cada uno de sus pasos. Ninguna deuda, ningún compromiso; nada parece oscurecer su alegría. Se apartó de la ventana cuando ya no se vio ningún niño, cuando la calle volvió a estar tranquila. Después se sumergió en la lectura y perdió la noción del tiempo. De repente, sintió como si la hermana de la muerte le ponía sus dos manos pesadas pero suaves en los ojos, y aunque él quería abrirlos, no podía. Yo no voy a luchar contra este pesado sueño. Raras veces se presenta con tanto ímpetu. Como si el juego le pareciera ridículo, se dejó vencer por aquella intrusa, y sin darse cuenta, se había extraviado, como la vez que perdió de vista a sus padres en aquel mar de gente en un domingo de ramos en San Salvador, en las regiones más profundas de los dominios de Morfeo. La ventana estaba abierta, ya que la urgencia del sueño no le permitió cerrarla. Ni el frío ni el viento característico de octubre interrumpieron su profundo sueño. El sol lo encontró con los ojos cerrados. Habría seguido durmiendo de no haber sido por su pequeña sobrina.
— Mamá, mamá, mamá —gritó su sobrina de cinco años—, ya pasó Halloween, y el vecino sigue colgado en el árbol. En ese instante, él abrió sus ojos mientras miraba fijamente al techo de color blanco hueso.
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