miércoles, 26 de junio de 2024

Martillazos a Schopenhauer

 

Martillazos-a-Schopenhauer

Schopenhauer adoptó la idea kantiana de la "cosa en sí" y la reinterpretó como la "voluntad". Según él, la voluntad es la fuerza fundamental y ciega detrás de toda existencia, una energía irracional que impulsa todo en el universo. Esta visión, aunque intrigante, resulta bastante absurda cuando se analiza con detenimiento. Si la voluntad es la fuerza primordial, entonces toda nuestra experiencia consciente y racional no es más que una ilusión superficial. Esto nos lleva a conclusiones tan ridículas como la posibilidad de que tú puedas ser Donald Trump y Joe Biden al mismo tiempo. Bajo la lógica de Schopenhauer, ambos son simplemente diferentes manifestaciones de la misma voluntad universal. 


Así, de acuerdo con su filosofía, las diferencias individuales se desvanecen en una unidad subyacente, lo cual es una idea fascinante pero completamente impracticable y desconectada de la realidad cotidiana. En este ensayo, quiero explorar y criticar el idealismo de Schopenhauer con un toque de humor, sarcasmo y crueldad.

Nietzsche llama a los filósofos "los comediantes del espíritu". Ve en muchos filósofos una arrogancia intelectual, una creencia en que podían alcanzar verdades absolutas y universales. Para él, esta pretensión es una forma de autoengaño, ya que cree que el conocimiento humano es siempre parcial y perspectivista. Los acusa de esconderse detrás de abstracciones y teorías, incapaces de enfrentarse varonilmente a la cruda realidad de la existencia. A su juicio, muchos filósofos son como actores en un escenario, representando papeles y diálogos que no tienen un verdadero anclaje en la vida concreta. 

Para Nietzsche, los filósofos idealistas carecen de autenticidad y valentía intelectual. En vez de enfrentarse a la dura realidad del nihilismo y la falta de sentido inherente en la vida, prefieren refugiarse en construcciones teóricas y sistemas metafísicos vacíos que, a sus ojos, son tan risibles como las representaciones teatrales.

Imaginemos a Schopenhauer en una tienda de comestibles, argumentando con el cajero que el precio del pan es irrelevante porque el pan, el cajero y el propio Schopenhauer no son más que manifestaciones de la voluntad. ¡Seguro que obtendría su compra gratis! Esta idea de que todo lo que experimentamos es una mera representación podría llevarnos a cuestionar la necesidad de cualquier acción práctica. ¿Para qué trabajar, pagar facturas o seguir cualquier rutina diaria si todo es una ilusión? Schopenhauer nos ofrece una justificación filosófica para eludir cualquier responsabilidad mundana. ¡Qué manera tan ingeniosa de justificar la procrastinación!

¿Por qué asumir responsabilidad personal cuando podemos simplemente culpar a la voluntad? Si llevamos esto al extremo, podríamos decir que Schopenhauer podría haber justificado cualquier comportamiento, por absurdo que sea, como una manifestación de la voluntad.

¿Será que Schopenhauer, en su infinita sabiduría, quería decirnos que el mismo impulso que nos lleva a estudiar filosofía es el que hace que los perros persigan su propia cola? Bajo su lógica, tú podrías ser tanto un filósofo profundo como un gato persiguiendo un láser, ambos movidos por la misma voluntad cósmica. ¡La próxima vez que vea a un gato enloquecido por un punto rojo, podría estar viendo una manifestación de Schopenhauer en acción!

Aunque dolorosa, en ciertos tramos, no creo que la vida sea un total sufrimiento. Schopenhauer veía la vida como esencialmente dolorosa y llena de sufrimiento. Según él, la existencia es un ciclo interminable de deseo y frustración; el placer es meramente la ausencia temporal del dolor. Esta visión pesimista puede parecer profunda a un incauto en un primer momento, mas también es increíblemente unilateral y simplista. Ignorar las innumerables experiencias de alegría, amor y realización que las personas experimentan en su diario vivir es reducir la riqueza de la existencia humana a una caricatura grotesca y sombría.

Para Schopenhauer, el arte, especialmente la música, es una vía de escape del sufrimiento del mundo. Según él, a través de la contemplación estética, podemos liberarnos momentáneamente de la tiranía de la voluntad. Este argumento, aunque parezca aceptable, es asimismo bastante absurdo. Sugiere que la única manera de encontrar alivio del dolor inherente de la existencia es a través de experiencias estéticas, lo cual es una solución bastante limitada. No creo que la única forma de escapar de un día terrible sea viendo una película o escuchando música. Existen otras formas más sustanciales y prácticas de enfrentar y superar el sufrimiento: copular por ejemplo.

¡Qué alivio saber que la música puede curar todos los males del mundo! Claro, si alguna vez estamos siendo perseguidos por un oso, simplemente hay que ponerse unos auriculares y todo estará bien. ¡Gracias, Schopenhauer, por convertir el Spotify en el nuevo manual de supervivencia!

Teóricamente Schopenhauer renegó del dios cristiano pero lo introdujo en la práctica. Schopenhauer proponía el ascetismo, la renuncia a los deseos y placeres mundanos, como la manera más efectiva de alcanzar la liberación del sufrimiento. Este argumento no solo es absurdo, sino también impracticable para la mayoría de las personas. Renunciar a todos los deseos y placeres no solo sería extremadamente difícil, sino que también va en contra de nuestra naturaleza humana. Con razón Nietzsche, su gran discípulo, más tarde lo demolería. Además, el ascetismo extremo puede llevar a una vida de privaciones innecesarias y autoimpuestas, sin garantizar ninguna forma de felicidad o realización. Es como aconsejar a alguien con hambre que la mejor manera de superar su problema es dejar de comer por completo.

Resultaría poco sabio aconsejar a alguien con hambre que la mejor manera de superar su problema es dejar de comer por completo. Imaginemos que todo los hombres y mujeres de la tierra siguieran el consejo de Schopenhauer y decidieran renunciar a todos los placeres mundanos: pronto llegaríamos a la conclusión que incluso los monjes más gazmoños necesitan un buen plato de comida de vez en cuando. La vida, según Schopenhauer, sería mucho mejor si todos viviéramos como ermitaños hambrientos, privándonos de cualquier forma de placer o alegría. ¡Qué brillante solución a los problemas del mundo!

Este constante anhelo insatisfecho lleva a una inevitable frustración y desesperanza, lo que coloca a la humanidad en un estado perpetuo de nihilismo, donde la única liberación posible es la renuncia a los deseos y la búsqueda de una resignación ascética.

Arthur Schopenhauer, con su visión sombría y su filosofía centrada en la voluntad, ofrece una perspectiva del mundo que es a la vez intrigante y ridícula. Sus argumentos, cuando se examinan de cerca, revelan una lógica absurda y un pesimismo extremo que no se sostiene en la realidad práctica de la vida. Desde la idea de la voluntad como fuerza universal hasta su desprecio por la realidad material y su propuesta de renunciar a todos los placeres, Schopenhauer nos da mucho de qué reírnos (y qué criticar). Tal vez la mayor lección que podemos aprender de Schopenhauer y Hegel es la importancia de equilibrar nuestras perspectivas filosóficas y no tomar las ideas de los filósofos demasiado en serio, —Nietzsche no lo hizo y por eso fue buen filósofo—, especialmente cuando esas ideas nos llevan a conclusiones tan absurdas y poco prácticas.

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